Que tiempos tan difíciles nos ha tocado vivir hoy día. Miremos en la dirección en la que miremos, podemos ver como nuestra juventud crece sin valores morales de bien y llegan a su etapa adulta donde pasan a engrosar las filas de aquellos cuya preocupación va poco más allá del mismo yo.

Son tiempos extraños en los que la maldad se expande como si de un virus letal se tratase, llegando a afectar de la misma manera a la base de nuestra sociedad así como a las altas esferas que nos dirigen. De esta forma nuestro entorno está plagado de hedonismo y egoísmo, vanidad y orgullo, simpleza y corrupción, cuestiones todas ellas que nos conducen a una sociedad que día tras día se pudre en sus concupiscencias como si de un melocotón agusanado se tratase y esto, como seguidores de Cristo, nos lleva a actuar.

Es así que desde este ministerio conocemos la importancia que tiene para el Señor la formación espiritual de nuestros muchachos como la única forma de traer algo de luz a este mundo cada vez más sombrío,  de manera que nos esforzamos día tras día en la consecución de nuestro objetivo principal: “Ayudar a formar el carácter de Cristo en aquellos que pone en nuestras manos”.

Es por ello que trabajamos en las áreas espirituales de nuestros adolescentes, guiándoles a una relación de intimidad con nuestro Creador, enseñándoles los valores éticos y morales que Dios nos enseña a través de la Biblia de manera que puedan ponerlos por práctica en sus vidas.