La Roca

Cambió la mía – Mª Carmen Jiménez

Dice la Palabra de Dios: ”Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7-8 )

Si escribo este testimonio es, porque sé que puede llegar a ser de edificación para todos los creyentes que lo lean y poderoso para tocar los corazones de los que aun no le conocen, porque la Palabra de Dios, es viva y eficaz.

Y glorificar así el Nombre de nuestro eterno Dios y Padre celestial y de su amado Hijo Jesucristo.

Tuve una infancia emocionalmente desequilibrada, ya que tanto en mi casa como en la escuela, mi vida se vio privada de cariño y comprensión, aunque de carácter tímido, crecí siendo muy rebelde. En la escuela era una pésima estudiante, por lo que mis notas eran malísimas, así que me pasaba todo el verano “estudiando”, para la recuperación en septiembre y siempre conseguía aprobar, aunque realmente si eso sucedía, no es porque yo hubiera estudiado sino porque  antes de las vacaciones de Navidad, mi madre le había hecho un regalo al profesor. Pero el chollo se me acabo al llegar sexto, por lo que tuve que repetir, lo mismo me sucedió en octavo y ni aún así, conseguí sacarme el graduado escolar.

Poco a poco, secretamente, fui alimentándome de rencores y resentimientos, en medio de un mar de complejos, dudas y obsesiones. Ya a los doce años, comenzó a rondar por mi cabeza la idea del suicidio, sin lograr apartarla de mi mente, pues no le encontraba ningún sentido a la vida y pensaba que a nadie le importaba lo que yo sintiera.

Se me podía considerar muy religiosa por mi fidelidad a la iglesia Católica, aunque como suele suceder en la mayoría de los católicos, me limitaba a obedecer ciegamente sin saber muy bien los porqués, pues en la educación que recibí de mis padres, para estar en la voluntad de Dios, era necesario cumplir con las doctrinas que enseñaba.

Por esa razón no lleve nunca a cabo mis planes de suicidio, pues sabia que pasaría la eternidad en el infierno y eso me frenaba.

La superstición y el paganismo también se añadían a mi larga lista de errores y me hacían sentir un gran temor  a que Dios me castigase si le fallase en algo. Yo sólo creía en Dios el Padre y no en  la virgen María, pero eso era un secreto que no compartía con nadie, ni siquiera con el cura cuando me confesaba con él, porque me parecía un pecado demasiado grande y me daba vergüenza.

Para colmo a la  edad de catorce años, al ver mis padres –porque años atrás se notaba menos- que me tambaleaba al andar y que la cosa iba de mal en peor, me ingresaron en un Hospital de Madrid para hacerme pruebas y para diagnosticarme una extraña enfermedad llamada << Ataxia de Friedrich >>, que de manera lenta y progresiva, ataca al cerebelo, haciendo morir poco a poco las neuronas que tiene ( este sistema neurológico es el encargado de la coordinación y el equilibrio ) de forma irreversible y hereditaria.

Mi padre me llevo a partir de entonces a muchos médicos con la esperanza de encontrar una sanidad, hasta incluso me llevo a una curandera, pero todos sus esfuerzos fueron inútiles.

LA RADIO.– A partir de entonces me encerré más en mí misma, pensando constantemente en como estaría en el futuro, un futuro que no parecía muy prometedor, por lo que el   insomnio se hizo mi amigo inseparable haciéndome las noches interminables.

Un día, a finales del 88, estaba escuchando la radio con una amiga, en la oficina dónde trabajábamos, cuando alguien con un tono tranquilo pero con autoridad, ofreció un Nuevo Testamento gratis a todo el que estuviese interesado y un curso bíblico también gratuito que finalizado, te permitía obtener un Diploma. Por motivos egoístas , escribí a esa dirección (pues todo lo que fuera gratis me atraía).

Comencé a hacer el curso, pero por mi inconstancia tardé más de dos años en terminarlo; lo hice a trancas y barrancas. Al final del curso, me aconsejaban el bautismo, como un paso de obediencia a Dios. Yo sinceramente deseaba hacerlo, pero eran tantos mis problemas que lo vi imposible. Una vez recibido el Diploma me ofrecieron la segunda parte, pero lo dejé: mas a partir de entonces, Jesucristo apareció en escena. Es decir lo introduje en “mis conversaciones con Dios” aunque en  segundo plano, lo peor de todo es que lo seguía compartiendo con otras creencias –como en los extraterrestres, en los horóscopos y un temor supersticioso por las imágenes –  las cuáles impedían que en mi corazón penetrara la verdadera luz. De todas formas, Cristo ya había comenzado la obra en mí, a raíz de haber hecho ese bendito curso bíblico que el Señor puso en mis manos, ¡Gloria a Dios ¡

En Junio de 1989 me fui a Lourdes (Francia) con una prima, esperando encontrar allí esa fe en la virgen  que no tenía y cuando me puse delante de la imagen sólo pude decirle: <<perdona por no creer en ti y sí en tu Hijo Jesucristo y pedirle a Él que  me sane en vez de a ti>> y me fui sin recibir ninguna fe en su supuesto poder. Fue durante este viaje que conocí a una chica que buscando –al igual que yo- un milagro, había llegado hasta allí y que me habló de los Centros de estudios para minusválidos. Solicité plaza para Albacete o Lardero (Logroño) y me la concedieron en Lardero. Necesitaba salir sinceramente de mi casa y de mi pueblo, pues en Lourdes  aprendí algo bueno: que por ser minusválida no era un “bicho raro” y esperaba encontrar en otro sitio, el cariño que necesitaba. Así que, me fui a Lardero.

Cuando llegué allí, en Marzo de 1990, me chocó que no sólo no había  ninguna capilla, sino que casi todos decían ser ateos. Al principio actué como una puritana, pero no tardé en volverme vanidosa viendo que tenía amigos y amigas y empecé a contarles todas mis amarguras y tristezas, todo lo que pasaba por mi mente.

Cuando estaba llegando el verano, planeé pasar unos días con una Asociación para así evadirme de mi familia, pero como de costumbre, dentro de mi confusión cogí mal la dirección, por lo que mi padre no tuvo otra opción que llevarme de nuevo a casa y el sólo pensarlo me produjo mi segundo ataque de histeria (pues el primero me había ocurrido algunos años atrás). Al final me salí con la mía y me marché.

Esto me ayudó a olvidar una corta relación que había mantenido con un chico, el cual no había hecho sino añadir más heridas a mi corazón, ya que sólo me utilizó para olvidar sus propias desventuras. Pero estando ya en casa, de vuelta de mis vacaciones con la Asociación, me escribió un chico que conocía del Centro, del que había notado que tenía un especial interés por mí y decidí probar, ya que empezaba un nuevo curso y él era uno de mis compañeros. Meses atrás ese chico me había dado unos folletos, que no llegué a leer del todo pero que hablaban de  Jesús e incluso me había dicho que era evangélico, así que pensé que esta vez no me equivocaba. Todo parecía  ir bien en principio, pero según la relación se estrechaba, él mostraba sus verdaderas intenciones.  

Para empezar me dijo que no sabía la dirección de ninguna Iglesia en Logroño; pero un día, el Señor escuchó mi oración y paseando por la calle nos encontramos con el pastor  Martti Waris y su familia, que por cierto, se conocían desde hacía muchos años. Era la primera vez que iba a un culto evangélico, pero sentí la necesidad de volver. Allí había una libertad maravillosa, pero al mismo tiempo me hacía sentirme insignificante e indigna.

Este chico no oraba ni leía la Biblia conmigo en el Centro, siempre tenía con que excusarse, pero como yo era nueva me fiaba de él, porque decía llevar 16 años en el Señor. Sin embargo a medida que fui creciendo espiritualmente me di cuenta de que él necesitaba una restauración en el Señor, y yo se lo pedí constantemente al Señor en oración,  pero él prefería vivir su doble vida, porque según su propia opinión se consideraba un buen cristiano.

            En esos momentos parecía que mi enfermedad se había estabilizado algo y al menos, no avanzaba. Pero cometí un grave pecado y la culpa empezó a atormentarme. A esto le siguió un duro empeoramiento de mi salud: mis piernas ya no subían ni bajaban escaleras y se volvieron tan pesadas que ya no podía  caminar con el andador, además de una serie de síntomas secundarios que me obligaron a tomar doce pastillas diarias para a tenderlos a todos.

            EL BAUTISMO.- En junio de 1993, Mikko Hursti, el nuevo pastor en Logroño, me invitó a bautizarme y lo hice muy gozosa de poder cumplir el gran deseo de mi corazón desde que acabé aquel bendito curso. Justo una semana antes de los bautismos llovía mucho, así que oramos para que tres días antes de la fecha señalada para celebrarlos, escampara y el agua  del río se limpiase, pues de no ser así, teníamos como segunda opción una piscina de lona. Pero el Señor es siempre fiel y cumplió con lo que promete en su Palabra “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21: 22).Así que ocurrió exactamente lo que pedimos. Poco después nos dieron las vacaciones de verano y al mismo tiempo cerraron el Centro por obras.

            No me gustaba tener que depender de tantos medicamentos por lo que decidí ir bajando poco a poco la dosis de pastillas y confiar en el Señor, pero no fue fácil, hubo una gran lucha en mi interior, los nervios me hacían dudar constantemente, pero la terrible tormenta se torno en una dulce calma, el poder sanador de Jesús brilló en mi vida.

            A mediados de octubre mediante una guía, comencé a leer la Biblia en un año, el Antiguo Testamento por las mañanas y el Nuevo Testamento por las noches, pero aprovechaba para hacerlo durante los anuncios de las películas en las que siempre andaba metida. Ver películas era mi peor vicio, vivía encerrada en ellas y no disfrutaba la realidad. Sin embargo, la Biblia poco a poco me fue interesando mucho más que el cine y llegó el momento en que ya no dejé de leer porque se acabaran los anuncios, sino que la apagaba y seguía leyendo.

            SALAMANCA Y MADRID.- Meses después me concedieron plaza en otro Centro, esta vez en Salamanca, entonces el Señor a través de su Palabra me habló claramente, debía elegir entre el chico con el que aún salía o Él. Me decidí por el Señor y mi entendimiento fue abierto a lo espiritual  a partir de entonces.

Descubrí con sorpresa que era como si hubiese tenido una venda de muchas capas en los ojos y el Señor me las estuviera quitando poco a poco, para que mi retina se habituase a luz espiritual.

Estando en Salamanca el Señor puso en mi camino otros hermanos, también de las Asambleas de Dios, como en Lardero. La Iglesia se llama “Jesús vive” y su pastor Mikko Viljanen.

Un día hubo puertas abiertas en el Centro para verlo, y se exponían los mejores trabajos de todos los cursos El  hermano más anciano de la Iglesia, al que yo llamaba cariñosamente “abuelito” vino de visita y al querer fotografiarlo junto a un belén, para mi sorpresa se negó, luego me invitó a ir a una casa y allí me explicaron el primer mandamiento y por primera vez me tocó y lo entendí; para entonces en la clase de manualidades estaba pintando un belén de escayola, así que me deshice de él y de todas las imágenes, horóscopos y libros esotéricos que aún conservaba nada más llegar a casa. Tras este acto de obediencia, llegó la liberación y pude dejar de tomar las pocas pastillas que aún tomaba.

Cuando acabe el curso en el 96, quise echar solicitud para ir allí otra vez pero no podía ser, así que pense hacerlo para San Fernando (Cádiz), pero tampoco podía ser, ya que habían cerrado por obras, por lo que lo hice para Madrid o Albacete.

Un año después, el Centro de Madrid me llamo y una semana más tarde comencé a ir a la Iglesia “Emanuel” cuyo pastor es José Palma.

La Iglesia  se encontraba un poco lejos del Centro, por lo que su diácono se ofreció para llevarme y traerme siempre que fuera necesario. Según este hermano, el carnet de conducir lo tenía desde hacía apenas unos meses y el coche se lo compró poco después. Como siempre el Señor cuidaba de mí.

También aquí el Señor me quebrantó, porque en aquel entonces vino a estudiar al Centro, el hijo de un pastor de Guadalajara que estaba en silla de ruedas. Estaba entusiasmada con el curso que estaba haciendo –Diseño gráfico- que en mi mente empecé hacerme mis propios planes  y en mi egoísmo, mi familia quedaba descartada, ya que como ellos seguían sintiendo rechazo por mí, pensaba que lo mejor era apartarme de ellos para no molestarlos más.

Así que me fui a hablar con la Asistenta  Social del Centro para solicitar plaza  para un CAMF en Guadalajara (que es como un asilo, pero para minusválidos).

Eso ocurrió en Junio, pero en Diciembre antes de las vacaciones de Navidad, me llamo la jefa de estudios  para decirme que habían dado por finalizado mi curso, ya que al solicitar lo del CAMF, se suponía que yo no tenía intenciones de trabajar en el futuro y como precisamente ese Centro estaba  para preparar a los minusválidos para después buscarles un trabajo, habían decidido en una reunión que lo más correcto  era que terminara allí, me sentía decepcionada

Poco antes de marcharme a mi casa, el Señor me habló a través de este hermano que me llevaba y me traía en coche, diciéndome que no me preocupara, pero que el tiempo allí se había acabado.

No me conforme con sus palabras, por lo que intenté por todos los medios de quedarme, me dieron falsas esperanzas de volver, pero al final nada. Fue un duro golpe para mí, que me lleno de amargura y frustración. Ya sólo me quedaban dos Centros el de San Fernando o Albacete y comentándoselo a la hija de mi pastor en Madrid, me dijo que ni se me ocurriera pedirlo para Albacete, porque allí no había Iglesia. ¡Maravilloso! Era la tercera vez, que el Señor evitaba que yo fuera para Albacete y ahora sabía el porqué.

Una vez más el Señor contestó mis oraciones, pues la Iglesia se encontraba cerca del Centro. Según me comentaron los hermanos, el templo sólo llevaba dos años allí. La anterior Iglesia estaba situada en la otra punta del pueblo, sabiendo que éste es de más o menos 100.000 habitantes, se puede hacer uno la idea de la distancia. También quiero señalar, que después de haberme dicho la terapéutica del Centro de Madrid, que no podría nunca conducir una silla eléctrica, dada mi enfermedad, a los quince días el médico de este Centro, me prescribió una y puedo decir con inmensa gratitud, que desde entonces no sólo voy yo sola a la Iglesia, sino que por medio de ella puedo hacer cosas que antes no hacía.

Una de las últimas cosas que el Señor ha tenido que tratar conmigo ha sido la disciplina. Y para ello ha tenido que permitir en mi vida una nueva enfermedad, en la que es necesario ser muy estricto para evitar futuras enfermedades o incluso la muerte, los médicos me dijeron que no era común que a los 33 años se desarrollara.

Físicamente me llegue a encontrar fatal, todo sucedió a lo largo de 4 o 5 meses, en el último mes, parecía una anoréxica, nadie sospechó, porque al igual que yo, todos pensábamos que era debido a mi otra enfermedad, o sea, a la “ataxia”.

Cuando me ingresaron de urgencias en el hospital con 5g. de azúcar, yo no entendía nada, pero estaba tranquila. Me dijeron que a partir de entonces tendría que pincharme insulina dos veces al día y ponerme a dieta (eso no me gustaba mucho, porque con lo golosa que soy),  pero el Señor me ánimo una vez más  con su Palabra y me dijo: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8: 28)

Se trata de la Diabetes Tipo I.

Puedo decir que mi Redentor vive y que su amor ha transformado mi corazón. Sé que aún, como buen tallador, el Señor tiene mucho que pulir en mí para hacer de mi vida un diamante para su gloria. ¡Hazlo Jesús!

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