Mi nombre es Teresa y soy colombiana de nacimiento. Como muchos de mis contemporáneos nací en el núcleo de una familia católica donde desde bien pequeña se me enseñó acerca de Dios y de la importancia de ir a la iglesia y poner en práctica aquello que allí se nos enseñaba. Solía ir con mis familiares a de forma continua, al menos una vez a la semana, costumbre que mantuve en el tiempo hasta que fui madre y la crianza de mis hijos me absorbió como seguro conocerá todo aquel que haya sido padre o madre alguna vez.
A penas tenía tiempo libre y entre cambio de pañal, preocupaciones por sus estudios y las distintas circunstancias que a todos nos acontecen en el día a día, llegamos a la adolescencia de mis hijos donde sucedió lo que se llamó “renovación carismática” de la iglesia. Parecía haber sido una especie de despertar en la que la gente tenía ganas de buscar a Dios de corazón y así lo sentía en las misas en las que podíamos cantar a Dios en agradecimiento por las buenas cosas que Él ha hecho en nuestras vidas y rezar por nuestras necesidades y las de nuestros seres queridos.
Con el tiempo, y como es natural, mis hijos fueron encontrando en el camino a su “media naranja” y es aquí donde tuve la oportunidad de conocer a mi nuera Rina. Desde el principio pude percibir que esta mujer tenía algo especial.
Rina procedía de una familia colombiana como yo, pero a diferencia de nosotros, su familia profesaba la fe cristiana tal y como hoy se conoce “evangélica”. Por amor a mi hijo aceptó a casarse en la iglesia católica, ya que todos nosotros éramos “muy católicos”, dándonos testimonio con su vida personal del amor que también tenía por todos nosotros.
Con el tiempo mi nuera y mi hijo emigraron a España en busca de nuevas oportunidades y una vez allí Rina comenzó a congregarse en la iglesia “La Roca”. Su marido no solía hacerlo ni se oponía a que su mujer lo hiciera, pero mediante la forma de vivir que percibía de su esposa y el trato que recibía de ella fue sintiendo interés por el Dios que había detrás del comportamiento de su mujer.
Con el tiempo Yilton comenzó a asistir a las reuniones y cultos de la iglesia evangélica y cuando nos hablaba de sus experiencias allí siempre nos reportaba lo gratificante y bonito que era asistir. Esto fue generando inquietudes en mí que me llevaron a escuchar predicaciones en internet de pastores evangélicos que poco a poco fueron captando mi atención.
He de reconocer que al principio tenía miedo de dejar el catolicismo porque tenía el temor de que si lo hacía podía caer en condenación y durante un tiempo estuve acompañando a mi hijo y su esposa a sus reuniones para “contentarles” a la vez que asistía a las de la iglesia católica para callar las voces de mi consciencia.
Sin embargo, algo sucedió al margen de lo planeado en mi mente. Poco a poco el Señor comenzó a hablarme al corazón a través de las predicaciones y del trato familiar que recibíamos en la iglesia “La Roca”, bien distinto a lo que había percibido con anterioridad en el catolicismo donde las relaciones solían ser más frías.
Fue con el paso de los meses que asistimos al campamento de la iglesia de “La Roca” que suele realizarse cada verano y allí fue donde el Señor me confrontó con mucha más fuerza. Allí comenzó a crecer el deseo en mi corazón de conocerle más y de recibir Su Espíritu Santo y fue donde pedí a los pastores conversar con ellos acerca del bautismo.
Ese fin de semana bajé a las aguas del bautismo junto con mi hijo y comenzó una nueva vida de la cual estoy gozosa. Con la ayuda del Señor mi familia está cada vez más unida y el ambiente que se respira entre nosotros es distinto, podemos sentir el amor que nos une y claro, como a toda madre que se precie, eso me gusta. Debo al Señor lo que soy, lo que hace en mí y en mi familia y la salvación que me ha dado. Siempre le estaré agradecida.