disciplina
Sergio Belmonte

D3: Decisión, Disciplina y Deleite


Decisión

Definición: Una decisión es la determinación o resolución con la que nos preparamos para actuar ante una situación determinada. Nace y se desarrolla en nuestra mente a partir de toda la información que tenemos respeto a la situación que nos atañe y supone bien el comienzo o la finalización de una acción (hace que empecemos a hacer algo o que terminemos de hacer algo que estábamos haciendo).

En consecuencia de lo anterior, la toma de una decisión siempre conlleva un cambio de estado en nuestra vida.

Al parecer, la vida es una cadena de decisiones que se entrelazan las unas con las otras y que van dibujando el sendero que hemos recorrido a lo largo de nuestros días. Nos pasamos la vida decidiendo entre esto o aquello incluso cuando somos bebés.

                Aun cuando no tenemos memoria de ello, nuestros padres nos aseguran que de bebés no comíamos verduras porque no nos gustaban y es que en nuestra mente en formación ya estábamos tomando decisiones.

                Así crecemos, de decisión en decisión, eligiendo la opción que nos parece más correcta de entre las opciones que tenemos disponibles.

                Este proceso es de denominador común para todas las personas, bien sean de una cultura u otra, bien hayan nacido a un lado u otro del charco, bien sea el color de su piel tostado o blanquecino, da igual, todos nos pasamos la vida decidiendo, incluso sin que importe nuestro credo, todos decidimos.

                El origen de las decisiones no es otro sino el fruto del libre albedrío dado por Dios al hombre. Dios, al principio de todo, tuvo a bien crear un ser viviente que se pareciese a Él y que fuese capaz de tomar sus propias decisiones.

                Pudiera parecer que el hombre primigenio vino al mundo con la necesidad de tomar decisiones y sin la experiencia necesaria para tomar las decisiones correctas, cosa que pudiéramos pensar que le llevaría a un buen número de intentonas fallidas hasta que pudiera aprender qué es lo bueno y qué es lo malo, qué es lo que interesa y qué es lo que deja de interesar, pero eso no fue así.

                Ni lo fue con Adán, ni lo es con nosotros a día de hoy. Dios no dejó a Adán sin instrucciones cuando le puso como cuidador del jardín del Edén, le dijo que diese nombre a los animales, que cuidase del huerto y que no comiese del fruto del árbol, es decir, Dios le estaba enseñando a Adán que había cosas que debía hacer y otras que debía dejar de hacer.

                Si Adán decidía cuidar los perales del huerto, comería peras y si decidiese no cuidar los perales, suponemos que no comería peras. Así sucedió también con el fruto prohibido, Adán terminó decidiendo comer de él y las consecuencias son conocidas por todos.

                Así sucede hoy en día con nosotros los cristianos; Dios tuvo a bien dejarnos Su Palabra, que no es otra cosa sino un manual de instrucciones, no solo morales sino aplicables a todos los ámbitos de nuestra vida, en la que nos aconseja y advierte para que tomemos las decisiones correctas, fruto de ese libre albedrío que todos tenemos.

                De esta forma, dejando atrás el tipo de decisiones que pueden tener un segundo orden de relevancia, como pueden ser la pareja que elegimos, el trabajo que aceptamos, la casa que compramos o las amistades que admitimos tener, nos vamos a centrar en la decisión más importante y trascendental que una persona puede hacer en su vida, aceptar a Cristo y rendirse a Él o no.

                En torno a esta decisión, gira la vida de la persona, tanto la física como la espiritual, que sin lugar a dudas están entrelazadas.

                Si pudiéramos separarlas, veríamos que las cosas físicas de este mundo se mueven en torno a esa decisión; unas a favor y otras en contra. Por ejemplo, una chico conoce a una chica bastante mona que le habla del Señor y le invita a entregar su corazón a Él para recibir el don de la salvación pero días más tarde conoce a otra chica, más mona aun, que le habla de entregarle su corazón a ella y entregarse así a los deleites de los placeres de este mundo. He aquí que el chico tiene que decidir.

                También encontramos esa misma lucha en el plano espiritual. Ese mismo chico del que hablamos puede haber experimentado un acercamiento al Señor cuando la chica cristiana le habló de Dios, incluso pudo haber estado meditando en ello durante un tiempo pero finalmente pudo haber cedido a la presión, si así lo hubiese decidido, que las potestades de maldad habían hecho sobre él sin que siquiera hubiera sido consciente de ello.

El chico, durante sus meditaciones, hizo lo que anteriormente vimos en la definición de decisión. Para ello reunió toda la información del entorno, tanto lo que había escuchado de boca de ambas chicas como lo que sentía en su interior al respecto de lo que cada una de ellas le ofrecía.

Por un lado tenía la vida eterna y a Cristo Jesús en su corazón, ayudándole en todas sus dificultades y enseñándole los caminos de justicia que nos trae en la Palabra, mientras que por otro lado tenía la opción de una vida de desenfreno en la que no hubieran faltado placeres carnales por satisfacer y la incertidumbre de saber si al morir su alma permanecería o sucumbiría por causa de su pecado.

Como todos sabemos, la decisión sabia es la de aceptar a Cristo y hasta aquí, todos los cristianos hemos de estar de acuerdo.

Luego, en nuestro caminar, tendremos que enfrentarnos a muchas decisiones:

– Decisiones que nos ayudarán a ser más responsables (Adán en Génesis 2:115-17)

– Decisiones que nos revelarán nuestro carácter (Lot en Génesis 13:10-11)

– Decisiones que pueden cambiar el destino del mundo (Abraham en Génesis 12:1-4)

– Decisiones entre maldición y bendición (Deut. 30:19-20)… y otras tantas decisiones que tendremos que afrontar en nuestro día a día.

                Es decir, decisiones y más decisiones, que terminarán escribiendo en el suelo el camino que hemos recorrido en la vida y que determinarán el lugar en el que pasaremos nuestra eternidad.

Disciplina

                Definición: La disciplina por su parte, la entendemos como la capacidad de trabajar de forma sistemática, persistente y progresiva hacia una meta específica, superando por el camino las dificultades y obstáculos que se presentan por el camino de una forma inquebrantable.

                Si sustituimos las palabras sistemática, persistente y progresiva, por palabras que nos sean más comunes en el ámbito cristiano, encontramos a orden, constancia y avance como sus sinónimos más naturales. De esta forma nos encontramos con tres grupos bien definidos y diferenciados entre si.

Sistemática/Orden: Implica hacer un estudio exhaustivo de la situación en la que hemos de valorar concienzudamente el entorno. Dicho estudio ha de ser realista, con los pies en el suelo, valorando los medios (y aquí englobamos los medios materiales, económicos y humanos que están a nuestra disposición) de que disponemos para llevar a cabo nuestro proyecto, ya sea los que necesitaremos al principio como los que puedan surgir más adelante.

                Versículo: Lucas 14:28 y 31 > Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?……¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?

                Ejemplo: Vamos a ponernos ahora en la piel de un corredor de atletismo cuyo sueño es convertirse en campeón olímpico de los 1000m lisos. En primer lugar, hemos tenido un sueño y hemos tomado la decisión de seguirlo hasta alcanzarlo, pero antes de ello es necesario que hagamos otras cosas. Es por ello que entramos en la fase de la disciplina, y dentro de la disciplina, en la fase del orden.

                En esta fase será necesario que nos sentemos y planifiquemos todo lo que vamos a necesitar para comenzar a correr de forma efectiva. Para ello deberemos adquirir unas zapatillas adecuadas, ropa cómoda, bebida para cuando tengamos sed, una pista donde poder correr, un reloj para medir nuestras marcas y un plan de entrenamiento acorde con la meta que nos hemos propuesto, incluso tendremos que planificar nuestra dieta y los tiempos de descanso a fin de dar el 100% de nosotros mismos.

                Si hacemos la similitud con la vida de un cristiano, ese atleta habrá tenido que sentarse y planificar con quietud todo lo que necesita para conocer un poquito más a Dios. Habrá tenido que pensar en qué biblia necesita para acercarse de forma adecuada, una libreta para hacer anotaciones, habrá tenido que elegir cuál es el lugar de la casa más apropiado para dedicar un tiempo al Señor, si se siente más cómodo en una silla u otra o si por el contrario se siente mejor en un sillón, o cuáles son las franjas horarias más adecuadas para tener ese tiempo de intimidad con Dios, teniendo en cuenta el resto de sus actividades cotidianas (estudios, trabajo, familia, etc…).

                Para ayudarte a planificar bien la estrategia que vas a seguir para acercarte un poquito más a Dios, te quiero dejar un versículo que se encuentra en Mateo 6:6; en el que dice: “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento y cerrada la puerta, ora a tu Padre…”. Planificar tu estrategia de forma adecuada va a requerir que estés en quietud, lejos de toda distracción y en íntima comunión con tu Padre Celestial para que sólo así conozcas cual es la forma adecuada de hacer aquello que te has propuesto hacer (que en el caso del cristiano es conocer un poquito más a Dios).

Persistente/Constancia: Implica poner en marcha todas y cada una de las estrategias que anteriormente hemos planificado. Para ello serán necesarias grandes dosis de autonegación y dominio propio, por la sencilla razón de que la mayoría de las veces que te acerques a ese tiempo que estimaste que apartarías para tener comunión con Dios surgirán cosas que quieran atraer tu atención o te sentirás tan cansado después de un largo día que no tendrás ganas de estar a solas con Dios.

                Ejemplo: Si volvemos al caso de nuestro corredor, resulta que ayer entrenó duramente. Le tocó correr sin parar durante una hora seguida a un buen ritmo y hoy le toca hacer series de velocidad durante otra hora de entrenamiento, justo el entrenamiento que menos le gusta. Cuando se levanta de mañana y la hora de ir a entrenar se acerca, su teléfono le sonará y un amigo le invitará a desayunar mientras charlan. Sin que haya colgado el teléfono, recuerda que tenía que bajar al ayuntamiento a inscribirse en un curso de formación que le interesa porque la fecha tope de la inscripción se estaba acabando.

                En ese momento, el atleta tendrá que decidir qué es lo que tiene más valor para él, si llevar a cabo su sueño de ser campeón o rendirse a la compañía de su amigo durante el desayuno con una agradable conversación. ¿Qué debería elegir un cristiano?

                Nosotros, así como el atleta decidió, tendrá que negarse a si mismo e ir a hacer aquello que sabe que es lo correcto hacer.

                Versículo: Daniel 6:10 > “Cuando Daniel supo que había sido firmado el documento, entró en su casa (en su aposento superior tenía ventanas abiertas en dirección a Jerusalén), y como solía hacer antes, continuó arrodillándose tres veces al día, orando y dando gracias delante de su Dios”

                Sin entrar en el detalle contextual del momento en el que Daniel decidió ser obediente a Dios antes que a las leyes de los hombres, quiero centrarme en el siguiente detalle: Daniel tenía la excusa perfecta para dejar de orar y dedicar ese tiempo de su vida a la comunión con Dios y a la intercesión por el pueblo ya que el documento que necesitaba estaba firmado y no podía derogarse. Sin embargo Daniel sabía de lo importante que era pasar tiempo con Dios y su objetivo estaba bien decidido. Daniel era un atleta que tenía bien claro que hoy le tocaba entrenar y a pesar de mirar por la ventana y ver el cielo cubierto de nubes negras, se vistió de deporte y salió en busca de su sueño. ¿Cómo somos nosotros? ¿Somos de los que necesitan ver el cielo azul y el sol radiante para acercarse a dar gracias a Dios o por el contrario somos de los que reconocen que la lluvia es necesaria para la tierra y aun en los días grises damos gracias al Creador?

Progresiva/Avance: Requerirá una mentalidad de victoria, con una visión de triunfo que no debe cesar jamás. Todo ministerio u obra del Señor realizada por sus siervos comenzó con una visión o un sueño puesta en sus corazones, como le pasó a José, hijo de Jacob. Ese sueño te ha de impulsar a seguir adelante y a no detenerte a pesar de las dificultades del camino, de manera que nunca debemos dejar de ser soñadores y seguir luchando hasta lograr ver con nuestros ojos carnales lo que Dios ya puso en nosotros antes de que pudiera llevarse a cabo.

                Ejemplo: Si volvemos al ejemplo del deportista, nos encontramos con una persona que ha vivido durante mucho tiempo bajo las estrictas normas de la autodisciplina, autonegación y el sacrificio, para llegar al día de hoy, el día de la prueba decisiva.

El disparo que da inicio a la carrera suena y los corredores inician el trote llenos de entusiasmo y nerviosismo. Nuestro atleta comienza bien, sigue el ritmo de los más fuertes y aguanta hasta dos tercios de la carrera, justo hasta donde se pone más competitiva. Al doblar la última curva, un rival le da un codazo y le causa tal dolor en su costado que le hace plantearse la retirada. En su mente acaba de llegar a un punto de inflexión; se rinde y abandona o sigue y pelea por aquello que tanto le ha costado. Finalmente el atleta, así como ha de hacer todo cristiano, aprieta los dientes ante las adversidades y esprinta en busca del ansiado oro.

Versículo: Filipenses 3:12-14 > “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda detrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”

Que claro nos habla el Señor a través de Pablo, ¿verdad? Seguir al Señor, es una carrera llena de obstáculos en la que debemos correr lo más ligeros posible, deshacernos del peso que nos sobra (y aquí incluimos la conciencia, pena y frustración por errores y pecados del pasado) y proyectarnos hacia delante con todas nuestras energías, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.

Versículo: Hebreos 12:12ª > “Por tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús…”

Deleite

                El deleite es un término relativo al disfrute sensorial y anímico que la persona puede experimentar ante ciertas situaciones placenteras.

Deleite en el Señor: El fruto de nuestras buenas decisiones y del esfuerzo disciplinado, traerá como consecuencia la permanencia en el deleite del Señor ya que cumpliendo con el principio espiritual que se encierra tras el versículo “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” que encontramos en Mateo 7:7; cuanto más busquemos del Señor, más encontraremos de Él y eso incluye el deleite o lo que conocemos como “gozo en el Señor”

                Por tanto, el gozo del Señor hace referencia a esas situaciones placenteras y de disfrute sensorial que experimentamos cuando estamos en la Presencia de Dios.

                Ejemplo de ello es el llanto. Para el hombre del mundo, derramar lágrimas sólo es placentero cuando “lloramos de alegría o de la risa” (a nadie le gusta llorar de tristeza porque el hombre del mundo por naturaleza busca los principios del hedonismo) incluso puede verse mal, culturalmente hablando, que un hombre llore delante de los demás (todos conocen la frase: “los chicos no lloran”). Sin embargo, para nosotros, derramarnos ante la presencia de Dios no es motivo de tristeza sino que sirve de bálsamo para las heridas. En Su Presencia lloramos de alegría, agradecimiento, lloramos por las pruebas o por las pérdidas pero siempre hay un gozo interno que nos hace salir de nuestro tiempo de oración mucho más fuertes que cuando entramos, ¿verdad?

                La vida del cristiano, como todos sabemos, no resulta ser un camino de rosas. Nunca nos faltan pruebas, pero no todo son lágrimas en mitad de ellas sino que el gozo del Señor va más allá. Saberse salvo es una de las emociones más intensas e indescriptibles que podemos encontrar. Si acudimos a los libros de ciencias humanas que hablan acerca de las emociones, encontramos que las emociones se catalogan según su tono hedónico, es decir, si son placenteras serán de tono hedónico positivo y si son dolorosas serán de tono hedónico negativo. Bien, dicho esto podemos decir que dentro de las placenteras encontramos “el amor, la alegría, la sorpresa y la felicidad”, ahora bien, hay que asumir que el gozo del Señor aúna todas y cada una de estas emociones y las intensifica en una sola sensación positiva.

                Para ilustrar esto, ¿No es cierto que Dios demostró Su amor por nosotros al dar a Su hijo unigénito en la cruz para darnos la vida eterna? ¿No hay alegría al saber que tenemos vida eterna y que viviremos para siempre en un lugar en el que no existirá el pecado, ni el dolor, ni la angustia, ni nada de eso? ¿No nos sorprende que el mismo Dios del universo haya dado la vida por alguien como nosotros, cuyo valor nos pudiera parecer miserable? ¿O no somos felices al experimentar la plenitud que tenemos en Cristo Jesús?

Como vemos, amor, alegría, sorpresa y felicidad, todo ello resumido y potenciado en una misma experiencia: el gozo del Señor.

                Ejemplo: Si regresamos al ejemplo anterior del atleta; el gozo del Señor vendría a constar de dos etapas bien diferenciadas entre si. Una de ellas es el momento único e irrepetible en el que ganas la carrera y consigues el ansiado oro y la otra tiene un carácter eterno, pues imaginad que a partir de ese momento, cada vez que el atleta mire a su cuello, verá con agrado esa medalla que le hace recordar los derechos y privilegios de que disfruta por haber ganado la carrera.

                Haciendo una homología entre el atleta y los cristianos, la salvación dada por Jesús es algo que en el momento de aceptarle en nuestro corazón nos hace sentir plenos (lo que sería la primera etapa de la que hablábamos antes) y que nos da la seguridad y confianza de seguir adelante en pos de esa vida eterna prometida a la que todos llegaremos si permanecemos firmes en la fe (segunda etapa)

                Versículo: Santiago 1:12 > “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”

                Sin lugar a dudas, la Palabra nos habla de tentaciones, pruebas y dificultades que vamos a encontrar a lo largo de esa pista de 1000 metros pero fijaos cuán grande galardón tendremos los que perseveremos hasta el fin: “La corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Algo maravilloso, ¿verdad?

                Sin embargo hermanos, la corona de vida no es la única con la que Dios promete coronarnos. Si acudimos a Su Palabra, encontramos hasta 7 coronas diferentes que nos instan a perseverar día tras día y a no desfallecer en la lucha que Dios ha determinado para nuestras vidas y los ministerios en los que nos ha puesto.

  1. Corona de Gozo (filipenses 4:1 – por salvar almas) > aquí podemos ver cómo Pablo se llena de gozo al haber ganado las almas de los filipenses para Cristo, razón que ha de servirnos de inspiración a todos los que predicamos la Palabra, a los que reparten tratados y evangelizan, para que ninguno sienta tristeza o pesadez si alguien rechaza el mensaje de salvación que se les brinda sino a sentir gozo al saber que muchas personas son salvas gracias a esa misma palabra que les llegó de nuestra mano.
  2. Corona de Justicia (2 Timoteo 4:1-8 – por predicar la Palabra) > Aquí Pablo nos habla de la apremiante necesidad que tienen los hermanos de escuchar la Palabra sin adulterar de manera que nos anima a perseverar en el buen camino y enseñar la Palabra de Dios tal cual Él nos la dio a conocer.
  3. Corona de Vida (Apocalipsis 2:10 – por soportar las pruebas) > Hermanos, cuantas pruebas habremos de soportar en nuestro caminar diario, ¿verdad? Pero mirad que la revelación a Juan nos enseña que más allá de las pruebas, las tribulaciones, dificultades, ataques del enemigo, traiciones o injusticias, Dios es fiel para darnos la corona de la vida que nos ha prometido.
  4. Corona de Gloria (1 Pedro 5:1-4 – por apacentar la grey de Dios) > En esta ocasión, Pedro habla a los ancianos y líderes de la iglesia y les enseña la importancia que reside en cuidar de forma conveniente al pueblo de Dios. Imaginemos que la grey es un jardín en el que hay plantado diversas clases de flores, unas bonitas, otras fuertes, otras sencillas y otras delicadas. Los líderes son llamados a dar crecimiento de todas y cada una de esas florecillas por igual, no por fuerza ni imponiendo señorío, como dicen los versículos 2 y 3 sino con el ejemplo de una vida digna de imitar.
  5. Corona Incorruptible (1 Corintios 9:25 – luchar, resistir) > En esta ocasión Pablo nos relata su experiencia personal para ganar almas, luchando y resistiendo su propia naturaleza humana en pos de enseñar el camino de rectitud a los hombres. Como dice el versículo 23, por causa del evangelio, hemos de esforzarnos en llevar una vida de santidad y total entrega a Cristo, para que nuestras palabras al predicar y nuestras obras al caminar vayan de la mano y no caigamos en el descrédito de la hipocresía, la cual sirve de excusa a aquellos que la observan para apartarse de los caminos de Dios.
  6. Corona de Sabiduría (Proverbios 14:18 – siendo prudentes) > Cuanta sabiduría encierra en su interior una persona que es prudente, que observa el conflicto a su alrededor y piensa detenidamente si ha de intervenir o no, y en caso de hacerlo, mide las palabras para que sean las adecuadas y sirvan para apaciguar los ánimos y no para aumentar el furor. En cambio hay personas que nada más ver el conflicto se lanzan a intervenir, no saben lo que han de decir pero se mueren de ganas por intervenir. Bien, a aquellos que basan su vida en la prudencia y guardan los tiempos para actuar, también Dios promete coronarlos de sabiduría, cosa no poco valiosa.
  7. Corona de Victoria (Salmo 21 > Confiando en el Señor) > Este salmo, como tantos otros, hace un resumen en el que podemos ver la relación que existe entre Dios y el hombre que decide andar en Sus caminos. Con Dios de nuestro lado no falta alegría, gozo, los deseos que ha puesto en nuestro corazón son cumplidos, nos da vida y vida eterna, honra, confianza y protección ante nuestros enemigos. Con Dios somos victoriosos y esa corona de oro está reservada para aquellos que hemos decidido caminar a Su lado.

Como resumen de todo lo anterior, simplemente decir algo que todos sabemos: caminar en el Señor no es fácil, aunque como contraposición a esto, deciros que Dios es consciente de ello y por eso ha provisto de todo lo necesario para que no nos apartemos de Su camino. Vivir rectamente y servir con diligencia es algo que demandará de nosotros mucha disciplina diaria, tendremos que negarnos a nosotros mismos muchas veces y tendremos que hacer cosas que no nos gustan pero creed todo lo que hemos hablado referente al gozo del Señor y a las coronas que hemos visto pues Dios es fiel para dar aquello que ha prometido a los que le aman así que busquemos más de Él, interesémonos en conocer más a nuestro Hacedor, en cómo ve las cosas, qué opina de nuestra vida y nuestro entorno, qué quiere que hagamos para agradarle, qué caminos hemos de coger para no apartarnos de Él y que decisiones hemos de tomar. En resumen, pongamos nuestra vida a Su disposición y preparémonos a ver cosas sorprendentes.

Dios te bendiga.

Sergio Belmonte

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