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Sergio Belmonte

Echando raíces en la Oración

MENÚ CONTEXTUAL:

  1. Introducción a la oración
  2. Evolución histórica de la oración tanto en el A.T. como en el N.T.
  3. Punto de partida: Nuestro entendimiento de Dios
  4. Nuestra conversación con Dios
  5. Las disciplinas espirituales
  6. Estorbos a la oración
  7. Síntomas de una vida con/sin oración

1-INTRODUCCIÓN A LA ORACIÓN

                Nuestro punto de partida es la definición de la oración. La RAE recoge que “orar es dirigirse mentalmente o de palabra a Dios”.

                Dadas las palabras subrayadas (Escalación, manar, contacto y gimnasio) de las definiciones aportadas por algunos de los grandes hombres de la fe a lo largo de la historia podemos aprender algunas cosas acerca de la oración.

“Escalación” se refiere al progreso constante del hombre que mediante la oración trata de reducir la distancia que nos separa de Dios. Cuanto más oramos, más cerca del corazón del Divino Creador nos encontramos.

“Manar” hace referencia a un fluir sincero, no provocado de forma obligada sino que de forma voluntaria se entrega a una relación sincera de cercanía e intimidad. Es un querer amistoso que nace en nuestro corazón y busca relacionarse con Dios.

“Contacto” hace referencia al intercambio de emociones, sensaciones, sentimientos, palabras y gestos entre Dios y nosotros. Cuando pasamos tiempo en oración, las cosas fluyen en ambas direcciones, es decir, abrimos nuestro corazón a Dios y Él nos permite conocer un poco más el suyo.

“Gimnasio” se refiere a la acción positiva que tiene el ejercitarse en la oración. Así como un músculo crece cuando se le ejercita y alcanza niveles óptimos de rendimiento, la oración sirve para ejercitar el alma al estar en contacto directo con Aquel que la otorgó.

                Una de las claves para el entendimiento de la oración viene del uso del término “Yada” que significa “intimidad”.

                Cuando se usa por primera vez este término en la Biblia lo hace en Génesis 4:1 para indicarnos que hubo un momento en el que el hombre se unió a la mujer en la más profunda e inseparable intimidad. Claro está, esta clase de intimidad hace alusión al conocimiento sexual de la pareja y no es la intimidad que Dios quiere con nosotros, pero si analizamos el término y el contexto en el que se usa, podemos entender que lo que Dios quiere de nosotros es esa intimidad profunda a nivel relacional que solo estamos dispuestos a dar a aquella persona a la que amamos en nuestro corazón y en cuyas manos confiamos nuestra vida.

                De una forma similar, pero más profunda aún, quiere Dios relacionarse con nosotros. Lo bueno de esto, es que tanto Él lo desea como nosotros lo necesitamos.

                Para entender esto anterior, hemos de profundizar en el conocimiento del ser humano como un “ser espiritual”.

                Imaginemos que en los albores de los tiempos, cuando Dios estaba en Su taller dando forma al ser humano con sus manos, se dispuso a dar forma a su corazón. Ya había creado los brazos y las piernas, el rostro y otras cosas más, pero le faltaba crear el epicentro de su ser mismo, su corazón. Al hacerlo dejó un hueco adrede que solo Él puede llenar. Este hueco tiene Su forma y no encaja ninguna otra pieza salvo la suya propia.

                Por desgracia, cada vez es más frecuente ver a las personas buscar llenar ese hueco con actividades que no son nada saludables, al menos espiritualmente hablando, y el fruto de esta búsqueda errónea es un corazón encadenado y esclavo a pasiones o vicios que destruyen la vida del hombre. No obstante, por la gracia de Dios, no importa cuán grande o fuerte sea la cadena a la que estamos atados, el Señor nos puede librar de ella y hecho esto, la oración nos sirve para llenar ese hueco y sanar nuestras heridas.

2-EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA ORACIÓN

                Poniendo nuestras miras en el A.T. vemos que la oración ha experimentado una evolución constante que redunda en una mejor comprensión de quien es Dios y cómo podemos relacionarnos con Él.

Periodo desde el Edén hasta el patriarcado: Podemos ver en Génesis 1:28 que ya se inicia una conversación entre Dios y Su criatura, el hombre. Dicha conversación no es otra cosa que la oración. Cierto es que hay matices que la diferencian de la oración contemporánea pero a resumidas cuentas, ambas son formas de conversar con Dios.

                Es en el Edén donde también se interrumpe esa comunión comunicativa por causa del pecado. Adán y Eva pecaron y un muro espiritual se levantó entre Dios y nosotros; no obstante, el Creador sigue queriendo mantener una amistad relacional con nosotros y se sigue manifestando a la humanidad a pesar de nuestras rebeliones.

                Llegamos de esta manera a la época de Abraham, en la que vemos que el patriarca de la nación israelita mantenía conversaciones con Dios en las que recibía dirección. Esto lo vemos en él y en su descendencia después de él.

                Abraham mostró ser una persona obediente, dispuesta a seguir al Señor hasta el punto de aceptar el sacrificio de s propio hijo si fuera necesario. No obstante, su vida denota etapas en las que la oración era descuidada y las consecuencias de vivir a su manera no trajo más que problemas y errores costosos. Ejemplo de esto fueron las mentiras de Abraham a Abimelec o el hecho de dejar embarazada a Agar, la criada de su mujer, a pesar de que la promesa le fue dada para con Sara, su legítima mujer (Génesis 20:17-18).

                También vemos etapas en las que Abraham obro rectamente porque decidió obedecer lo que Dios decía, de manera que el fruto de una vida de oración redundaba en una mejor toma de decisiones y otros tantos beneficios que perseveraron al patriarca en el camino de constituir una gran nación.

Durante el pacto mosaico: Durante el tiempo en el que nació Moisés, la nación judía era esclava en la tierra de Egipto. Dios cumple la palabra dada a Abrahám en la que le dice que Israel sería esclava durante 400 años y llegada la fecha de su cumplimiento, Moisés experimenta una “teofanía” en la zarza ardiente donde Dios se le presenta y le encomienda a su divina voluntad.

                Durante el tiempo que tardó Dios en liberar a Israel de las manos de faraón, Moisés mantenía conversaciones constantemente con Dios para saber cuál era Su voluntad, es decir, Moisés era un hombre de oración. Más tarde se convirtió en el líder de la nación al cual todos seguían pero su ministerio principal era el de la oración (Éxodo 3:1-4 / 8:12-13 / 9:27-35)

                Liberado Israel de la esclavitud, Dios comienza a tratar con Su nación escogida y se implanta el sistema sacrificial judío. Dicho sistema requiere la muerte de animales en expiación de los pecados del pueblo y dicho sacrificio iba acompañado de una oración. De esta forma, el pueblo comienza a orar, al menos los levitas.

Durante el periodo de los Jueces: Una vez que Moisés muere y que Josué lidera la conquista de Canaán, el pueblo comienza a envejecer. La generación inicial muere y las siguientes comienzan a olvidarse de Dios y las cosas que había hecho con ellos (Jueces 2:10). Poco a poco cada uno empieza a hacer lo que le da la gana y la vida de oración es desplazada, de manera que la relación con Dios se pierde e Israel comienza a fracasar como nación (Jueces 17:6).

                Cuando el pueblo se siente rodeado de enemigos y al borde del colapso, claman a Dios y Él levanta de entre los judíos a diferentes personajes que liberan a la nación de los enemigos que intentan destruirles. Podemos ver de esta forma que los oídos del Señor siempre están abiertos a escuchar las oraciones de aquellos que claman a Él y que la oración es un medio de poder inimaginable al alcance de cada hijo de Dios.

Israel bajo el mandato de los monarcas: Es el nacimiento de Samuel, hijo de Ana, una gran mujer de oración (1 Samuel 1:13), lo que termina provocando un gran avivamiento en Israel como consecuencia de la entrega y vida de oración del profeta (1 Samuel 7:3 / 5 / 12-13).

                Durante la vida de Samuel, Dios levanta por rey a David, un hombre enamorado y apasionado de su relación con el Dios de Israel. Claramente, David era un hombre de oración, de hecho la gran mayoría de los salmos reflejan sus oraciones.

                Oraciones que eran de todo tipo, bien sea por peticiones, bien sea por desahogarse, por buscar protección, ayuda, socorro y tantas otras cosas más, lo cual nos indica que Dios nos da la libertad para acercarnos a Él en oración con cualquiera que sea la petición o situación que estemos enfrentando.

                Después de David, Salomón recibió una gran dosis de sabiduría al conversar con Dios, lo cual demuestra que Salomón era un hombre de oración como su padre. De hecho, es durante el reinado de Salomón que se construye el templo e Israel alcanza su máximo esplendor como nación, siendo el Templo de Jehová el lugar nacional de culto a Dios donde el pueblo iba a orar, adorarle y rendirle culto.

Israel bajo los profetas: De una forma similar a como aconteció en el periodo de los jueces, el pueblo de Israel comienza a navegar en aguas de oración y falta de la misma en el que la idolatría sustituye de forma general al culto al Dios verdadero, de manera que el Señor levanta a personas de oración para que hablen al pueblo.

                Estas personas de oración son los profetas, quienes conversaban directamente con Dios y recibían de Él los mensajes que el pueblo debía oír para restaurar su relación con el Señor. Claro está que los mensajes de los profetas eran primordialmente de arrepentimiento              (2 Crónicas 7:14). Tanto poder tenía la oración que algunos profetas, a través de ella, eran capaces de hacer llover fuego del cielo, como sucedió en el caso de Elías frente a los servidores idolátricos de Jezabel.

Características de la oración en el A.T.: De todo lo que hemos visto en este apartado podemos concluir que la oración en los tiempos del A.T. reúne las siguientes características:

                – Era iniciada primordialmente por los líderes

                – Era orientada primordialmente hacia la comunidad

                – Era fruto de las necesidades que surgían dada la situación que experimentaban

                De la misma forma que hemos visto la evolución histórica de la oración a lo largo del A.T. vamos a ver cómo se desarrolló la misma a lo largo del N.T. y comenzaremos con los ejemplos y enseñanzas que el Maestro de maestros nos dejó.

La oración en la vida de Jesús: El mismo Dios hecho hombre, el Raboni, nos demostró varias cosas de su propia vida en lo tocante a la oración.

                Una de ellas es que la oración es una parte fundamental de la vida de la persona. Él mismo se aislaba del grupo y en Sus tiempos de soledad oraba al Padre continuamente (Marcos 1:35 / Lucas 5:16). La oración, como ya hemos visto con anterioridad, es uno de los medios que Dios ha dispuesto para reducir la distancia con Él, de manera que cultivar una vida sana de oración es esencial para disfrutar de esa intimidad (Yada) que Dios quiere con nosotros.

                También dejó patente la necesidad de orar como una forma de mantener nuestra vida ministerial fuerte y saludable. Jesús viajó por toda la tierra de Israel durante Su ministerio, enfrentó multitud de dificultades y oposiciones pero vemos que Su vida de oración no decayó, es más, en aquellos momentos en los que las pruebas eran más fuertes, Su oración se volvía más intensa (Lucas 22:39-46).

                Jesús también nos enseñó una serie de cosas que son muy importantes:

                – Debemos perseverar en la oración (Juan 15:7)

                – Tener comunión con los hermanos es muy importante (Mateo 18:19)

                – Hoy podemos esperar hacer milagros más grandes aún (Juan 14:12-14). En este caso, cuando dice “mayores” se refiere probablemente a alcance y cantidad.

                Por otra parte, examinar la oración modelo de Jesús nos enseña una serie de cuestiones que no debemos pasar por alto y que sin duda nos serán de mucha utilidad:

  • La oración en la vida de Jesús: La alabanza: Mateo 6:9 nos enseña claramente la necesidad de ordenar cada cosa en su lugar. Cuando nos dirigimos a Dios, el centro de nuestra atención y el epicentro de nuestra oración ha de estar centrado en Él.

Muchas veces venimos delante de Dios cargados con muchas preocupaciones y urgencias, pensando que es Él quien debe atender nuestras peticiones y nos olvidamos que no es Él quien nos sirve a nosotros sino nosotros los que le servimos a Él. De esta manera, iniciando la oración con una alabanza y reconocimiento de Su grandeza y majestad, colocamos en orden cada cosa, siendo Él el único Dios verdadero y nosotros sus hijos que se presentan a Su presencia necesitados de Su intervención. Así cambiamos nuestro papel, que pasa a ser del que “exige” al que “reconoce que depende”.

  • La oración en la vida de Jesús: La intercesión: De la misma manera, Mateo 6:10 nos habla claramente del carácter intercesor de la oración. Así entendemos que no es Dios el que hace lo que nosotros queremos sino que somos nosotros los que debemos alinear nuestras peticiones conforme a Su voluntad, para que así no sea nuestra voluntad errante la que se hace en el mundo sino la voluntad del Dios perfecto.

Si tuviéramos que pedirle algo a Dios es que nos revele Su voluntad para así saber cuál debe ser nuestra forma de proceder, ahora bien, ¿Cómo podemos mejorar en nuestra audición de la voz de Dios?

Una cosa que debe quedar claro a toda persona que se quiera acercar a Dios es que nuestro Dios no es un dios de métodos sino un Dios relacional. Con esto quiero decir que Dios no quiere formalismos ni fórmulas mágicas para aceptar ser recibidos por Él. En realidad Su intención es mantener una relación con nosotros, con la intimidad que el anteriormente citado término “Yada” nos muestra y, claro está, las relaciones se cultivan en base a pasar tiempo el uno con el otro.

De esta forma concluimos que para tener una mejor percepción de la voz de Dios en nuestras vidas, tenemos que tener la voluntad de acercarnos a Él y pasar tiempo juntos así como desarrollar un corazón dispuesto a escuchar y obedecer aquello que escuchamos.

  • La oración en la vida de Jesús: La confesión: Mateo 6:12 revela otra característica esencial que toda oración debe tener. La confesión de nuestros pecados.

Así entendemos que la sangre de Jesús nos limpia de nuestra iniquidad una vez que hemos confesado nuestros pecados y en arrepentimiento y conducta humilde le pedimos que entre a nuestra vida. Por desgracia, cada vez es más frecuente utilizar expresiones como “Señor, perdona todos mis pecados” o “Señor, si hay algo en lo que te he ofendido, perdóname, sea lo que sea”. Esta es una forma errónea de orar porque como podemos observar a través de frases como estas estamos agrupando todos los pecados que tenemos como si de un paquete se tratase. En cambio, Dios nos pide que confesemos nuestros pecados, pero no de forma grupal sino que localicemos nuestros pecados, aun los más íntimos, y con la ayuda del Espíritu Santo le pidamos perdón para así quedar completamente limpios.

De la misma manera sucede con los pecados del resto de personas hacia nosotros. La confesión de pecados conlleva asociada la concesión de perdón, de manera que al ser nosotros perdonados por la gracia de Dios, también nosotros debemos perdonar a aquellos que nos han herido de alguna forma ya que la falta de perdón hacia los demás es un motivo por el cual nuestras oraciones pueden ser estorbadas. Así, entendemos que perdonar es la renuncia a nuestro derecho a devolver el daño que hemos sufrido.

  • La oración en la vida de Jesús: Guerra Espiritual: Finalmente, Mateo 6:13 nos revela otro aspecto esencial que toda oración debe poseer. Como bien podemos leer en Efesios 6, nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra potestades, huestes espirituales de las regiones celestes, es decir, nosotros no combatimos contra las personas de este mundo, aquellas a las que vemos con nuestros ojos naturales sino que nuestra lucha es contra toda aquella potestad espiritual que influye sobre las personas de nuestro entorno o incluso sobre nosotros mismos.

Esta es una lucha en el plano invisible, es decir, fuera del alcance de nuestra visión natural y es una lucha que nosotros no podemos llevar a cabo por los mismos medios físicos sino que dependen de nuestros esfuerzos en lo espiritual en busca del favor de Dios para que Él, que sí ve en lo invisible, luche por nosotros y la causa de Su Reino.

Al ser hijos de Dios y Sus embajadores en la Tierra, no debiéramos ser como esos soldados que en mitad de la guerra se esconden en un bunker a esperar que la lluvia de bombas cese sino que debiéramos ser como los soldados del ejército vencedor, que sale a combatir sabiendo que su Dios pelea por ellos y que la victoria está por llegar.

La oración en la iglesia primitiva: Si de la vida de oración de Jesús y Sus enseñanzas hemos aprendido muchas cosas, no menos cosas tenemos que aprender de la primera comunidad cristiana de la historia.

                Ellos hicieron de la oración un estilo de vida. Se reunían para orar diariamente y para buscar al Señor en comunión los unos con los otros. Esto no se limitaba a actividades programadas de vez en cuando u ocasiones guiadas por las circunstancias sino que sucedía de forma diaria y natural.

                Así, la oración de la iglesia era la clave para una vida satisfactoria en mitad de cualquier situación que los hermanos pudieran enfrentar. Era mientras se reunían y oraban que el Señor derramó de Su Espíritu Santo durante pentecostés, era también la oración un vehículo que precedía o seguía a las muchas sanidades y milagros que se hicieron o el medio que Dios utilizaba para dar dirección a Su pueblo, bien fuese para elegir al liderato o para comisionar a los hermanos para expandir la Palabra.

                Como fuere, vemos que la oración era clave en la iglesia primitiva, incluso en tiempos de persecución y angustia. Dios proveyó la oración como una forma de obtener aquello que la persona íntegra de corazón y entregada a Él obtenía aquello que realmente necesitaba; si consuelo, consuelo; si ánimo, ánimo; si poder para testificar de Jesús, poder para testificar de Jesús y así continuamente.

Características principales de la oración en el N.T.: Como hemos podido leer con anterioridad, muchas son las enseñanzas y claves que pueden orientarnos a cómo debe ser una forma correcta de orar. Aquí vamos a citar las características comunes que son más relevantes:

                – La oración era iniciada principalmente por el individuo.

                – La oración se puede orientar tanto a las necesidades de la comunidad como a las del individuo que ora.

                – La oración no forma parte de un sistema ritual sino que es fruto de una relación con el Señor, es decir, la oración pasa a ser comprendida como una parte relacional de la persona con Dios.

3-PUNTO DE PARTIDA: NUESTRO ENTENDIMIENTO DE DIOS

Conceptos equivocados de quién es Dios: No son pocas las veces que podemos encontrarnos con personas que rehúsan orar por causa de un mal entendimiento de quien es en realidad Dios. Por eso, vamos a analizar algunos de estos problemas con la intención de romper esos muros que nos separan de una correcta relación con ÉL:

                –Dios tiene preocupaciones mayores que yo: A menudo tendemos a pensar en Dios como alguien tan sublime y poderoso que en comparación a Él no somos más que polvo de la tierra que es arrastrada por el viento. En un sentido comparativo con Su deidad, esto es cierto, pero en un sentido relacional no lo es.

                Dios ha demostrado Su interés relacional con todos nosotros, de forma que no hay oración que nosotros tenemos que levantar que para Él no sea importante escuchar. De Hecho vemos cómo responde a oraciones que pudiéramos considerar basadas en nuestros anhelos internos como pudiera ser la concesión de un bebé para una mujer estéril, la concesión de la victoria en mitad de una situación difícil, y así seguidamente. Esto nos muestra que para Dios, encargarse de nosotros sí es una preocupación importante y siempre estamos en Su agenda de cosa que atender.

                -Dios no podría amarme a mí tal cual soy realmente: Muchas veces, al descubrirnos pecadores y sucios en comparación con la sublime pureza y santidad de Dios, nos sentimos tan poca cosa que llegamos a pensar que Dios no puede amar a alguien como nosotros. Sin embargo, esto es otro error que solemos cometer muy a menudo.

                Una forma clara de entender esto es el ejemplo que Jesús nos puso en cuanto a la oración del fariseo y la del publicano. El fariseo oraba con orgullo pensando que era una gran persona y que merecía una relación íntima con Dios por causa de su buen comportamiento. En cambio, el publicano se humillaba delante de Dios y reconocía su naturaleza pecaminosa.

                Jesús nos dice que es el publicano y no el fariseo el que descendió a su casa justificado y es que Dios nos ama tal cual somos y ama nuestra humildad delante de Él. Dios no quiere que seamos soberbios y altivos sino que delante de Su presencia nos humillemos y aceptemos el amor que Él tiene por nosotros de forma natural.

                -Dios requiere de mí que haga cosas que no quiero hacer: Salmos 37:4 nos dice que “deléitate en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón”.

                Es verdad que una vida entregada a Dios requiere que renunciemos a muchas de las cosas que hemos hecho en el pasado y que no le agradaban pero Dios no nos pide tal renuncia por capricho sino que lo hace a sabiendas de que toda cosa perniciosa que rechacemos va a redundar en nuestro beneficio.

                Otra cuestión diferente es el llamado que Él tiene para nosotros. Dios nos llama a servirle en las áreas donde las capacidades y dones que Él mismo nos dio son más eficientes. Esto no quita que el trabajo sea arduo, pero sin duda será un trabajo que traiga alegría y contentamiento a nuestro corazón, pues estaremos haciendo aquello para lo que realmente Dios nos diseñó.

                -Dios es un explotador o un abuelo: A veces, la forma de percibir a Dios y de acercarnos a Él puede tener dos enfoques diferentes.

                Si vemos a Dios como un explotador que solo nos quiere exigir cosas, lo normal es que no queramos acercarnos a Él y huyamos de Su presencia. Por otro lado, si pensamos que Dios es un abuelo al que podemos venir siempre que queramos a pedirle cualquier capricho que se nos ocurra, hará que tratemos de mantener una relación con Dios manipulativa, es decir, que intentemos manipularle para que nos conceda los deseos egoístas de nuestro corazón. Ninguna de las dos perspectivas es la correcta

                El equilibrio está en un término medio. Al acercarnos confiados a Dios, guardando reverencia y respeto a Su deidad, reconociendo que Él es el Señor Soberano del universo, a la vez que admitiendo las intenciones de cercanía que quiere para con nosotros, podemos ver que Dios es tanto serio como amable; tanto poderoso como íntimo.

                -Dios no quiere o no desea contestar nuestras oraciones: Pensar que Dios se niega a contestarnos pudiera llevarnos al pensamiento de que Dios es caprichoso y esa falsa creencia puede alejarnos de una vida de comunión en oración.

                Dios contesta a todas las oraciones, lo que pasa es que en Su soberanía, Él puede contestarnos con un “sí, un todavía no o un no” incluso.

                El problema de esto es que vivimos en una sociedad instantánea en la que tenemos cualquier cosa que necesitamos de forma automática. Con Dios las cosas no siempre funcionan así. Él sabe los tiempos adecuados para responder cada oración, de manera que somos nosotros los que debemos alinear nuestras oraciones a las respuestas de Él en el momento adecuado y no al revés.

Desarrollando una fe que mueve montañas: Una vez que hemos quitado aclarado algunos conceptos erróneos que pudieran dificultar nuestra oración, es hora de desarrollar fe, y es que la fe es uno de los vehículos que nos conducen cuesta arriba en dirección a Dios, creciendo un poquito día tras día.

                Desarrollar una fe que mueve montañas consiste en poner los ojos en Dios, no en la montaña. Cuando viene un problema a nuestra vida solemos centrarnos en el problema y por un tiempo indeterminado parece que nuestro campo de visión se estrecha y no hay forma de apartar nuestra mirada del problema.

                En cambio Dios nos enseña que nuestros ojos tienen que estar puestos en Él y no en el problema en cuestión. Hacer esto nos ayudará a desarrollar nuestra fe.

                Hablar del crecimiento de la fe conlleva la acción de caminar a la vez que se crece. No podemos esperar que la fe vaya a venir mientras estamos sentados en el sofá viendo la vida pasar. Esperar un crecimiento espiritual requerirá que nos pongamos manos a la obra y demos un primer paso, después un segundo y así muchos más.

                Cuando leemos Apocalipsis 8:1, anteriores y siguientes, vemos que al tremendo bullicio de las huestes celestiales en la presencia de Dios le sucede un espacio en el que el silencio es abrumador. ¿Qué es lo que causa este silencio? Nada menos que las oraciones de los santos, lo cual nos indica que para Dios las oraciones de Sus hijos tienen un gran valor.

                Sabiendo esto, que Dios escucha y atiende lo que le pedimos en oración, debemos acercarnos confiadamente y desarrollar una relación de intimidad con Él que necesariamente conlleve un aumento de fe y así podamos esperar las cosas maravillosas que un Dios sublime y grandioso puede hacer.

4- NUESTRA CONVERSACIÓN CON DIOS

Etapas del desarrollo de la oración personal: En este apartado vamos a ver la evolución que la oración individual va experimentando con el paso del tiempo. Es necesario decir que habrá evolución siempre y cuando haya interés por mejorar, siempre y cuando dediquemos un rato a la búsqueda personal de quién es Dios en nuestra vida.

                Dicho esto, de las tres etapas que vamos a ver a continuación, podemos decir que una persona que no suele orar puede estar en la primera etapa toda su vida, o que una persona que ha conseguido llegar al nivel más avanzado puede descender a niveles inferiores si descuida su vida de oración. De esta forma, las etapas del desarrollo de la oración personal son:

  • Etapa de monólogo: Hablamos de monólogo porque es una oración en la que solo habla uno de los dos y generalmente suele ser la persona. Este tipo de oraciones está guiado por las peticiones personales del individuo y no tiene mucho en cuenta el saber la opinión de Dios.
  • Etapa de diálogo: Superada nuestra escasa comprensión de la oración, hemos llegado a comprender que la oración es algo más que pedirle cosas a Dios. Ahora comienzan a haber intercambio de pensamientos, ideas y formas de ver la vida. Es en esta etapa donde comenzamos a escuchar la voz de Dios en ese “silbo apacible” y donde comenzamos a conocer Su corazón realmente.
  • Oración incesante: Finalmente llegamos  a la etapa en la que mantenemos una conversación constante con el Señor sin que importe el lugar, la situación o incluso la compañía con la que estemos. En nuestra mente podemos estar conversando con él mientras caminamos por la calle y contemplamos la creación, o le preguntamos qué es lo que opina cuando vemos cierta situación suceder delante de nosotros y así constantemente. Esta etapa podría ser considerada como la etapa más “avanzada” y el estado ideal al que todo hijo de Dios debería desear llegar.

Requisitos para escuchar la voz de Dios: Para ser eficientes en la oración debemos estar entrenados en reconocer la voz de Dios ya que sólo así sabremos cuál es Su voluntad y si estamos obrando rectamente o no. Es por eso que vamos a ver una serie de consejos que nos ayudarán a buscar un poquito más de la voz de Dios.

  • Reconocer la importancia de buscar oírle: Todo cristiano que quiera escuchar la voz de Dios debe reconocer que es de suma importancia escucharle. Si no nos hemos tomado en serio esto anterior, es posible que nunca queramos escucharle y que nos conformemos con unos minutos de oración diaria en la que damos gracias por los alimentos, por las cosas buenas que Dios nos dio y poco más.

Escuchar la voz de Dios es conocer Su voluntad y obedecerla es seguir Su dirección. Esto nos llevará a una vida de obediencia que le honre, sin embargo, no hacer esto que acabamos de ver  llevaría consigo un mensaje de autosuficiencia en el que al parecer no nos termina de importar qué es lo que Dios opina de las cosas y en consecuencia denota una falta de interés por nuestra parte de obedecerle. Esta espiral de rebeldía no puede llevarnos a ningún lugar bueno así que seamos sabios, Él siempre está dispuesto a hablarnos, estemos también nosotros dispuestos a escucharle.

  • Comprometernos a obedecer Su voz: De nada sirve escuchar Su voz si en nosotros no hay un compromiso de obedecer. Jesús nos dijo en Marcos 4:9 “El que tenga oídos para oír, oiga”. El verbo que se utiliza en esta ocasión para expresar la acción de oír es la de “akouo”, que va más allá del simple hecho de escuchar un sonido. Este término nos indica dos habilidades, que son “escuchar y entender”. La persona que escucha no permite que el mensaje llegue a lo más profundo de su ser mientras que la persona que escucha y entiende deja que lo ha escuchado cale hondo y así pueda afectar a su forma de vivir.
  • Tenemos que detenernos lo suficiente para escuchar la voz de Dios: Hoy día estamos tan atareados con mil y una exigencia del entorno en el que vivimos que a veces nos cuesta una barbaridad guardar unos minutos para buscar al Señor. Esto no debe ser así.

Nosotros debemos tratar de construir un entorno a nuestro alrededor en el que atendamos cada cosa según su importancia. Está claro que hay que ir al trabajo o atender a los estudios, la familia, los amigos y demás, pero si nuestra relación con el Señor no está en el centro de las prioridades de todo lo demás, nuestra vida habrá fracasado. La Biblia nos muestra en Mateo 16:26a (“Porque, ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?) Que lo más importante es nuestra salvación y ello conlleva una relación con nuestro Salvador. ¿De qué nos serviría tener muchos amigos, éxito, fama, dinero o cualquier otra cosa si en realidad no tenemos la comunión con el Dios que nos salvará?

  • Tenemos que aprender a reconocer la voz de Dios: Jesús nos dijo en Juan 10:27 “Mis ovejas oyen mi voz”. Aprender a reconocer la voz del pastor requiere pasar tiempo con Él. Un pastor llama a sus ovejas y éstas siempre saben que su pastor les está llamando; en cambio, si una persona diferente llama a las ovejas, éstas no le hacen ni caso porque reconocen que esa voz no pertenece a su pastor. De la misma forma sucede con nosotros y el Señor. Reconocer su voz implica muchas horas delante de Él y de forma continuada, o lo que es lo mismo, cultivar una relación con Él. Cualquier cosa que sea diferente a esto, no nos garantiza que la voz que estamos escuchando sea realmente la de Dios y no sea la nuestra propia.
  • Tenemos que adelantarnos a oír Su voz: A veces, la búsqueda activa del Señor no solo se limita a buscarle en oración o pasar tiempo estudiando la Palabra. Es cierto que estos son los mejores hábitos espirituales que podemos desarrollar en nuestras vidas pero a veces Su voz requiere que demos un paso al frente y nos pongamos a la disposición de escuchar lo siguiente que Dios tiene que decirnos.

Un claro ejemplo de esto lo vemos en Samuel cuando tras escuchar la voz de Dios varias veces se levantó de un salto y le dijo “Heme aquí”. Preguntémosle, ¿si hoy quisieras decirme algo, qué me dirías? Y eso motivará respuestas por parte de Dios que quizá de otra forma no se producirían.

Avenidas que Dios utiliza para hablarnos: En este apartado vamos a ver algunas de las formas principales que Dios suele usar para hablarnos.

  • A través de Su Palabra: Dios, en Su soberanía, decidió revelarnos Su voluntad a través de Su Palabra, es decir, la Biblia. En ella encontramos una de las mejores formas y una forma infalible de conocerle un poquito más. Dios nos revela en Su palabra cuál es lo que Él entiende como una forma correcta de vivir, de manera que es a través de las Sagradas Escrituras que Dios nos guarda, nos corrige, nos exhorta, nos enseña y guía en nuestro caminar diario.
  • A través de una voz tranquila y apacible: Como hemos visto con anterioridad, Dios se manifiesta a nosotros cuando le buscamos en quietud, de manera que ni el ruido interno ni el externo nos perjudique a la hora de escucharle. Es de esta forma que Dios puede hablarnos a través de “indicaciones interiores”, es decir, a través de susurros a nuestra mente y corazón que trata de decirnos cuál es el camino correcto a seguir. A veces las instrucciones que nos da incluyen advertencias, consejos, opiniones, etc… como vemos en el caso de Isaías 30:21.

También puede hablarnos a nuestra conciencia moral. Dios nos dice en Su palabra en Romanos 2:14-15 y 9:1 que todos tenemos conocimiento de lo bueno y lo malo de forma que nuestra conciencia nos acusa o defiende de nuestros comportamientos acertados o erróneos. Para cultivar una mejor percepción de Su voz en este sentido se requiere estudiemos la Palabra para saber cuáles son Sus estándares morales y no los del mundo que nos rodea.

  • A través de medios naturales: Dios también puede usar las cosas que Él mismo ha creado para dirigirse a nosotros. A veces pueden ser las personas de nuestro entorno las que de una forma u otra nos hagan comprender lo que Dios quiere decirnos y que por alguna causa no hemos comprendido hasta el momento, o puede ser a través de un paseo por el campo en el que a través de la contemplación de la creación entendamos eso que de otra forma no hemos llegado a comprender aún.

También podemos percibirle a través de las circunstancias que nos acontecen, sean estas de más o menos agrado e incluso a través de ciertas experiencias espirituales.

  • A través de medios sobrenaturales: Puede que Dios se quiera manifestar a nosotros a través de algún don del Espíritu que nos haya dado, bien a nosotros o bien a algún hermano mediante profecía o similar. También puede hacerlo mediante sueños y visiones como le sucedió a José en Génesis 40 y 41, a Pablo de camino a Damasco en Hechos 9:1-12 a Pedro en Hechos 10:9-23 y así un largo etcétera.

Otra forma pueden ser los ángeles, como le sucedió a José el esposo de María, la madre de Jesús en Mateo 1:20 y 2:13 o a Pablo durante su encarcelamiento en Hechos 27:23-24.

Respecto a las manifestaciones espirituales, hemos de tener especial cuidado porque el mundo está lleno de gente que dice haber visto cosas que nadie ve, recibir mensajes divinos que en realidad son de cosecha propia y hablar de parte de Dios cuando en realidad hablan de sus propios corazones.

Aquí podemos ver una serie de consejos al respecto de esto que acabamos de ver:

– La dirección sobrenatural siempre tiene que alinearse con la Palabra.

– La dirección sobrenatural confirmará lo que Dios le está diciendo de cualquier otra forma. Si alguien tiene un mensaje de Dios para ti, Él lo confirmará mediante el Espíritu Santo.

– La dirección sobrenatural no es un sustituto de buscar a Dios nosotros mismos.

– Tenemos que tener discernimiento para saber si el sueño o la visión es fruto de que Dios nos quiere hablar o simplemente es consecuencia de una mala noche de descanso o de una experiencia que hemos vivido durante el día y que de forma subconsciente hemos revivido durante nuestro descanso nocturno.

  • A través de poner el deseo dentro de nosotros: En ocasiones, Dios pone ciertos deseos en nuestro interior que irrumpen con tal fuerza que no podemos hacer otra cosa que seguirlos hasta darles cumplimiento. Esto es muy útil porque nos moviliza hasta alcanzar el objetivo que Dios se ha propuesto con nosotros pero puede ser un motivo para equivocarnos si el deseo realmente no ha nacido del corazón de Dios y sí de nuestros propios deseos. Para eso, revisar los puntos anteriores nos vendrá bien, recuerda, todo sueño, pensamiento, mensaje, intención de Dios o cualquier otra cosa que venga de Él se debe alinear a Su voluntad expresada mediante Su Palabra.

Pruebas para determinar si es Dios quien nos habla:

                En este apartado veremos algunas características de la voz de Dios que nos servirán para poder discernir correctamente si es Él quien nos está hablando o somos nosotros mismos o cualquier otra voz. Esto es esencial porque generalmente, una persona decidida a obrar conforme a lo que cree recibir, siempre obrará aquello que entienda que ha recibido, es decir, una persona que quiera seguir a Dios siempre hará aquello que crea que Dios le ha dicho. El problema de esto es que cuando no ha sido la voz de Dios la que suena en nuestra mente, seguramente estaremos actuando conforme a nuestros propios deseos y nos veremos caminando de una forma distinta a como Él quiere que lo hagamos.

  • La voz de Dios se alineará con lo que dice Su Palabra. Dios nunca nos va a pedir algo que taxativamente esté prohibido en las Sagradas Escrituras.
  • Su dirección quedará confirmada si acudimos al consejo de hermanos en la iglesia que sean sabios. Es importante en este apartado acudir precisamente a las personas “sabias” de la iglesia ya que buscar el consejo de alguien que va a la iglesia pero que no tiene una aparente comunión con el Señor puede conducirnos a un error.
  • La voz de Dios nos trae paz aún en mitad de las pruebas. Incluso cuando la situación entrañe tomar una decisión difícil o que tenga consecuencias desagradables, tomar la decisión correcta porque Dios nos lo ha pedido así siempre traerá paz a nuestras vidas.
  • La voz de Dios nos llamará a servirle. El Señor quiere desarrollar nuestro máximo potencial en aquellas áreas a donde nos ha llamado a servirle, no quiere vernos frustrados ni dejados a la vagancia, a Él le gusta que estemos activos.
  • Su voz resiste el paso del tiempo y de las circunstancias: Cuando es Dios el que nos ha hablado, puede suceder cualquier cosa, puede complicarse todo, podemos encontrar la mayor oposición pero finalmente aquello que nos dijo que sería, será porque Su Palabra no regresa a Él vacía sino que regresa con aquello para lo que la envió (Isaías 55:11)
  • Dios te dará la habilidad para conseguir aquello que te pide: Dios nunca te va a pedir algo para lo cual Él mismo no te forma. Si te llama a servirle te pondrá en un área donde te encuentres cómodo y verás con el paso del tiempo que toda tu vida ha sido un proceso de formación constante que te ha llevado a desarrollar las cualidades que ahora te son necesarias en el ministerio porque “Dios al que llama, capacita”
  • Dios será glorificado a través de aquello que ha compartido contigo: Al final de todo, el objetivo es glorificar a Dios y darle la honra que merece, de manera que otros puedan ver las grandes maravillas que hace entre nosotros, de loso lugares horrendos de los que nos saca, de las situaciones peligrosas que nos protege y así un largo etcétera. Dios quiere que el mundo le conozca a través de Su intervención en nuestras vidas y en consecuencia, se le glorifica como es debido.

5- LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES

      Entendemos que las disciplinas espirituales son cualquier actividad individual o colectiva en la que participamos de forma voluntaria con la intención de promover nuestro crecimiento espiritual.

                De la definición anterior podemos entender que todo aquello que pretenda hacernos más como Dios en cuanto a Su conocimiento y percepción del mundo en el que vivimos y aquello que nos lleve a servirle de uno u otro modo se puede considerar una disciplina espiritual. A continuación citaremos algunos ejemplos de lo que podemos considerar como una disciplina espiritual:

  • Lectura de la Biblia
  • Pasar tiempo en oración
  • Pasar tiempo en alabanza y adoración
  • Retirarnos a solas para meditar
  • Realizar ayunos periódicos
  • Abstenerse de ciertas compañías o hábitos perniciosos, etc…

Uno de los problemas que podemos encontrar en cuanto al inicio y mantenimiento de cualquier disciplina espiritual reside en la pregunta ¿cuál es nuestra motivación para iniciarla o mantenerla?

Si la motivación por iniciar o mantener una disciplina espiritual nace del sentimiento de culpa que sentimos cuando alguien nos dice que debemos orar más tiempo o que no oramos lo suficiente y convertimos entonces nuestro tiempo de oración como algo que debemos hacer para disminuir esa sensación de culpa, estaremos teniendo una motivación incorrecta. También lo será si oramos por causa de nuestras ambiciones egoístas, que buscan que Dios satisfaga aquello que nosotros queremos y no al revés.

En cambio, si nuestra motivación nace de un amor sincero y humilde hacia el Señor y un deseo creciente de transformación espiritual en nosotros mismos a la imagen y semejanza de Jesús, entonces estaremos orando con la motivación correcta.

¿Cómo se aprende a orar? A veces nos realizamos preguntas tan sencillas como estas y nos quedamos bloqueados sin obtener una respuesta que nos satisfaga. Tendemos a pensar que Dios tiene respuestas complicadas para todo y no es así, Dios nos da respuestas sencillas para que conocerle no sea algo difícil sino que sea accesible para todos. De esta manera, podemos decir que las siguientes claves nos sirven de buen ejemplo para saber cómo podemos aprender a orar:

  • Orar se aprende por medio de orar. Tan sencillo como esto. Tratemos de imaginar la forma en la que un niño aprendió a caminar, ¿Usó de alguna fórmula mágica? Claro que no, simplemente dio su primer paso y luego el otro. De la misma forma sucede con la oración, uno se pone a orar y aunque no sepa muy bien cómo hacerlo, se pone a ello y deja que el Espíritu Santo vaya enseñándole poco a poco.
  • Orar se aprende por medio de orar con otros: Así como aprendemos a hacer muchas cosas cuando las vemos hacer a los demás, lo que se conoce como “aprendizaje vicario”, así también sucede con la oración. Cuando participamos en actividades de oración colectiva y escuchamos a los hermanos más maduros en oración, podemos ver cómo se expresan y de qué manera se abren en intimidad al Señor; así también nosotros podremos hacerlo con el tiempo y la práctica.
  • La oración se aprende por medio de leer pasajes bíblicos acerca de la oración: Esto es muy importante. De la misma forma que en el punto anterior hemos visto que podemos aprender a orar gracias a cómo lo hacen los hermanos más maduros, también podemos ver muchos ejemplos de oración de algunos de los profetas, reyes, hermanos de la Biblia o incluso del mismo Jesús.
  • Se aprende a orar por medio del Espíritu Santo: Así como sucede con el resto de actividades espirituales, la oración se aprende y se crece en ella a través de la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. Cuanto más oremos, más libertad le dejaremos para actuar en nosotros y en consecuencia creceremos más.

Consejos para tener en cuenta antes de orar: Lo que veremos a continuación va muy en la línea de muchas de las cosas que ya hemos comentado con anterioridad. Lo idóneo para escuchar la voz de Dios es estar en un momento de quietud, donde ni el ruido, ni nuestras preocupaciones, ni ninguna otra cosa nos distraiga de la tarea principal que es buscar oír la voz de Dios. Es por esto que tendremos que elegir un lugar alejado de toda distracción, una hora del día en la que sólo tengamos que atender al Señor y no a ninguna otra actividad (preferiblemente al inicio de la mañana). También es bueno que comencemos a cambiar los lugares de oración de vez en cuando para que nuestro tiempo de oración no se convierta en rutinario. Por último, podemos apuntar nuestras peticiones de oración que ya han sido contestadas para que nuestra fe aumente y perseverar en aquellas que aún no lo han sido para obtener la divina respuesta en el momento adecuado.

6- ESTORBOS A LA ORACIÓN

                Muy a menudo, podemos cometer el error de acercarnos en oración al Señor y ver que no sentimos Su presencia o que nuestras oraciones no tienen respuesta alguna; es como si estuvieran rebotando en el techo y por alguna causa no estuvieran llegando al altar de Dios. En este apartado vamos a ver algunas de las cosas que pueden estar sucediendo, las cuales nos están impidiendo ser oradores eficientes.

Demasiado ocupado para orar: Hoy día vivimos en un mundo cargado de actividades en las que sin darnos cuenta nos vemos inmersos. Vamos a trabajar por la mañana, realizamos todo el trabajo que se nos manda, conducimos de vuelta a casa y nos vamos a descansar un rato porque lo necesitamos y es que en breve tenemos más actividades que atender. Así nos pasamos día tras día y el tiempo pasa sin que atendamos correctamente nuestra relación espiritual con el Señor. De esta manera, cuando hemos caído en esta trampa del enemigo, caemos en el error de desplazar nuestra vida de oración a la periferia de nuestras vidas y esto puede ser fatídico.

                Tenemos que tener en cuenta que hacer actividades para Dios no es lo mismo que hacer cosas con Él. Pudiera darse el caso de ir a la iglesia todos los domingos, ayudar al pastor en todo lo que nos pida, montar y recoger las sillas antes y después del servicio y aun así tener una vida espiritual pobre o nula. Esto sucederá si no tenemos en cuenta que nuestra relación con el Señor se inicia el lunes por la mañana cuando nuestras rodillas se deben doblar para buscarle en oración, continuará su camino destructivo si no guardamos un rato al día para el estudio de la Palabra y llegará al objetivo de destruirle espiritualmente cuando le convence de que participar en algunas actividades de la iglesia son el sustituto adecuado a su intimidad (Yada) con Dios.

Demasiado distraído para orar: Ya hemos visto con anterioridad la importancia que tiene encontrar un lugar para orar donde el ruido esté ausente. Bien, éste no tiene por qué ser solo externo, es decir, móviles, tráfico, televisión u otros, sino que también puede ser interno. En este caso nos referimos a las preocupaciones, pensamientos o sentimientos que nos bombardean desde dentro y nos impiden tener un tiempo de oración de calidad.

                Para evitar todo esto, no solo debemos alejarnos de toda fuente de ruido externo sino que antes de comenzar a orar debemos dejar todas las cargas y preocupaciones en Jesús con la intención de que el Espíritu Santo nos guie a orar por aquello que realmente necesitamos, es decir, por aquello que realmente es la voluntad de Dios.

                A veces sucede que en mitad de una oración, algunos pensamientos sobre cosas que afectan directamente a su vida o a la de los que le rodean parecen surgir de la nada. En este caso podemos incluirlos como motivos de oración y orar por ellos porque debemos considerar que pudiera ser el caso de que el Espíritu Santo nos esté guiando a orar por ello.

Demasiado perezoso para orar: ¿Cuántas veces hemos escuchado oraciones globales o hemos orado así nosotros mismos por falta de tiempo o interés? Son muchas las veces que hemos dicho u oído frases como: “Señor, perdona todos mis pecados” o “Señor, ayúdame en todas las cosas”, claro que está bien orar y pedir perdón por los pecados y claro que está bien pedirle ayuda al Señor, claro que sí, pero englobar nuestras peticiones de esta manera denota que no nos estamos tomando muy en serio nuestro tiempo de oración. Esto denota que somos perezosos.

                Esto sucede cuando queremos “cumplir” con Dios, es decir, cuando queremos pasar el mínimo tiempo con Él pero decirle el máximo número de cosas con la intención de sentirnos complacidos con nuestra vida espiritual.

                El arrepentimiento y perdón de pecados conlleva que pasemos tiempo en la presencia de Dios buscando en nuestro interior con la ayuda del Espíritu Santo para sacar todas aquellas cosas por las que debemos sentirnos arrepentidos y entonces sí, ir pidiendo perdón a medida que vamos encontrando maldad en nosotros. De la misma forma sucede con el resto de peticiones, tenemos que ser más específicos en la oración y pedirle a Dios por todas las áreas de nuestras vidas en las que deseamos Su intervención, sin que quede una sin nombrar. Esto es lo adecuado.

Demasiado desilusionado con Dios para orar: Tristemente, de esto que vamos a hablar sucede con demasiada frecuencia. Muchas veces, las oraciones no contestadas o aquellas contestadas de una forma diferente a como a nosotros nos hubiera gustado nos desilusionan y desmotivan para seguir orando.

                A veces no entendemos que Dios es soberano y que Su percepción del mundo es distinta a la nuestra. Así como nuestros pensamientos no son tan altos como los suyos, así tampoco nuestra percepción de nuestra vida es la misma que Su percepción. Por eso tenemos que comprender que Dios puede darnos tres tipos de respuesta; dirá “sí” cuando quiera concedernos algo, “no” cuando se niegue a darnos aquello que le pedimos por nuestro bien o “todavía no” cuando no sea el tiempo adecuado para que disfrutemos de aquello por lo que le estamos pidiendo.

                No entender esto que acabamos de ver puede suponer varios problemas, uno de ellos es el de tirar la toalla y dejar de orar, lo cual es terrible, y el otro consiste en algo no menos terrible y es orar de forma pobre, es decir, conformarnos con oraciones breves que hacemos “por cumplir”.

                Al final esto redunda en la muerte espiritual de la persona. Dios es único e inigualable, decimos y sabemos que Él es el Todopoderoso y así debemos creerle en fe. Si una oración no ha sido contestada como a nosotros nos gustaría no es porque Dios no pueda hacerlo, es porque en Su soberana inteligencia ha visto que no es lo que más nos conviene y por Su gracia para con nosotros, no nos lo concede. No obstante, cuando esto sucede, tenemos que seguir orando por el resto de peticiones de nuestras vidas.

Demasiado autosuficiente para orar: Son muchas las personas en el mundo que no se acercan a Dios porque creen tenerlo todo o que rehúsan escuchar nada acerca de Él porque creen que si se acercan a Dios Él les pedirá que renuncien a todas aquellas cosas y privilegios que tienen en sus vidas.

                Por desgracia esto sucede también con algunos cristianos. La vida les va tan bien que creen que la oración no es tan importante como se nos enseña en la Biblia y no se acercan a Dios porque no tienen nada nuevo que pedirle.

                Claramente, ambas cuestiones son un error y lo vemos en el ejemplo de la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:14-22. Ellos se creían autosuficientes en todas las cosas pero Jesús les muestra la verdad y es que ellos eran más bien pobres y no tenían nada en absoluto.

                Orar nos muestra nuestra realidad espiritual, seamos sabios y reconozcamos nuestra dependencia total y absoluta de Dios y no seamos como los de Laodicea que creían que ya tenían todo lo que necesitaban

7-SÍNTOMAS DE UNA VIDA CON/SIN ORACIÓN

Llegados al apartado final de este estudio, podemos evaluar algunos de los siguientes síntomas para saber cuál es nuestra vida de oración. Esto requerirá un examen introspectivo en el que miramos en nuestro interior con ánimo crítico para saber si nuestra vida de oración es espiritualmente sana o no lo es.

Síntomas de una vida sin oración: A continuación podemos ver los siguientes casos en los que, una vez detectados en nuestra vida, son un indicativo cierto de que debemos dedicar más tiempo a orar y retomar así nuestra vida de oración sana:

  • Uno puede sentir una depresión leve, como si la vida fuera más grande que uno mismo y no tuviéramos las suficientes fuerzas para hacerle frente.
  • Unos siempre está ocupado pero no encuentra pasión por lo que hace sino que más bien le aburre y siente que la monotonía se ha adueñado de su vida personal.
  • La vida tiende a estar desordenada y perdemos el control de nuestras actividades.
  • Rápida renuncia o abandono de los compromisos que hemos adquirido.
  • Inquietud y descontento general con las cosas que nos rodean.
  • Disminuye nuestro dominio propio y comienzan los hábitos de vida no saludables.
  • Aumentan nuestros sentimientos de culpa y vergüenza que son motivados por la falta de oración, la frustración de ver que no crecemos espiritualmente como debiéramos.
  • Un corazón endurecido al que le cuesta arrepentirse y perdonar a aquellos que le han herido.
  • Aumento de la irritabilidad hacia otras personas, es como si todo nos molestara.
  • Nos conformamos con nuestro estado actual y no soñamos con un crecimiento espiritual que nos lleve a lo que Dios quiera hacer con nosotros de manera sobrenatural.

Síntomas de una vida de oración: De la misma forma que acabamos de hacer en el apartado anterior, vamos a detallar algunas de los indicativos que nos sirven de baremo para evaluar nuestra vida de oración.

  • Vemos la acción de Dios en nuestras vidas y en consecuencia la experiencia de Su gracia va en aumento en nosotros.
  • Somos capaces de percibir la vida como la percibe Dios. Amamos y aborrecemos las mismas cosas.
  • Nuestra resistencia al daño que infringen las pruebas va en aumento.
  • La compasión de nuestro corazón hacia las necesidades de los demás va en aumento. Somos más sensibles a cuándo otros están bien o no.
  • El celo por la santidad se hace patente en nuestras vidas. Queremos ser santos como Él es Santo.
  • Nuestra comunión con los hermanos mejora.
  • Nuestro corazón se abre al perdón hacia los demás.

NOTA FINAL: Este estudio no es exhaustivo de la oración, sólo rasga la superficie de un mundo espiritual cuya extensión nunca llegaremos a comprender en su plenitud, pero puede servirnos de ayuda si queremos construir una vida de oración que nos lleve a la anhelada “Yada” o intimidad que Dios quiere tener con nosotros. Espero le haya sido de bendición y el Señor cree en usted un hambre de buscarle y pasar tiempo a Su lado que le lleve a nuevos y maravillosos lugares junto al Dios que le creó y al resto de sus hermanos en la fe.

Dios le bendiga.

Sergio Belmonte

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