Pecado imperdonable
Sergio Belmonte

El Pecado Imperdonable

Sea bienvenido a este estudio acerca del denominado “pecado imperdonable”. A lo largo de la historia, este tipo de pecado ha causado mucha preocupación en no pocos creyentes de diferentes denominaciones, los cuales por causa de no entender con precisión la naturaleza específica de este tipo de pecado, pueden llegar a experimentar una “auto-condenación” patógena así como una vida plagada de temor e inseguridad.

                Es por esto que el presente estudio tiene por objetivo mejorar la comprensión de los hermanos acerca del denominado “pecado imperdonable” así como ayudar a aquellos que de alguna forma han podido caer, o corren el riesgo de hacerlo, en la citada auto-condenación. Para ello, se van a analizar los cuatro pasajes bíblicos que hablan acerca del asunto en cuestión, los cuales son Mateo 12: 31-32, Hebreos 6:4-6, Hebreos 10:26-29 y 1 Juan 5:16-17. Preste atención a las palabras subrayadas para considerarlas a lo largo del presente estudio:

“Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”. (Mateo 12:31-32)

“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. (Hebreos 6:4-6)

“Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la Ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”. (Hebreos 10:26-29)

“Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometan pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte. Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”. (1 Juan 5:16-17)

                Expuestos los textos a analizar, es preciso que antes se haga una aclaración sobre “lo que no es el pecado imperdonable”. El pecado imperdonable no es lo mismo que “el contristar del Espíritu” del que habla el apóstol Pablo en su carta a los Efesios 4:30. De hecho, basta una lectura de los versículos anteriores y posteriores al citado para darse cuenta de que está hablando de pecados comunes como las palabras corrompidas, la amargura, el enojo, la ira, la gritería, la maledicencia y la malicia.

                Todo esto son pecados que contristan al Espíritu. La razón que subyace a dicha contrición es la pura santidad de Dios, la cual se opone radicalmente a cualquier forma de pecado por pequeña o liviana que le pueda parecer a quien lo comete.

                Es por esto que Dios rechaza todo tipo de pecado, y cuando éste es cometido por alguno de sus hijos, no puede sino causarle un desagrado natural. Estos pecados constituyen un serio tropiezo en el crecimiento espiritual del creyente, el cual puede llegar a vivir en el temor constante de ver perdida su salvación si considera que estos pecados puntuales pueden dar como fruto la condenación de su alma.

Jesús perdona a todo aquel que viene arrepentido a sus pies

                No obstante, Jesucristo aseguró que perdonaría los pecados de aquellos que los confiesan porque Él es fiel y justo (1 Juan 1:9). Es por esto que la constricción del Espíritu tiene solución basado en la gracia del perdón de Dios que resulta del arrepentimiento y la confesión de los pecados personales, mientras que el pecado imperdonable no es perdonado por la propia naturaleza del mismo, la cual se pasa a analizar.

                Lo primero que se debe considerar es que “es un tipo específico de pecado”. Cuando considera el pasaje de Mateo 12, se puede observar una distinción entre “todo pecado y blasfemia serán perdonados” y la “blasfemia contra el Espíritu no le será perdonado”, esto implica que los pecados generales, fruto de la interacción cotidiana entre las personas serán perdonados mientras que las blasfemias (considerando que el término expresa todas aquellas manifestaciones de insulto, vituperio, abuso, desprecio, profanación y falta de reverencia hacia Dios) que el hombre dirige hacia Dios, no gozarán del perdón divino, cuestión que conecta los cuatro versículos anteriormente expuestos.

                La segunda premisa que debemos considerar es que “se trata de un pecado voluntario y/o deliberado”. Tanto la acción de hablar como la de blasfemar son acciones voluntarias que una persona lleva a cabo ejerciendo su pleno derecho de obrar con libertad.

                Esto era lo que estaba pasando en el contexto de Mateo 12. En la escena se puede observar a los fariseos acusando a Jesús de hacer obras milagrosas sustentado por el poder de Belcebú (v.24), sin embargo Él estaba sanando a los enfermos, expulsando fuera demonios y testificando mediante sus obras que efectivamente era el poder del Espíritu Santo, el cual confirmaba que Jesús era el Hijo de Dios.

                Esta evidencia era lo que los fariseos estaban rechazando. Ellos no reconocían la verdad evidente de forma deliberada porque confrontaba su sistema de creencias personales, de forma que se puede asegurar que ellos no rechazaban la identidad de Jesús y la fuente de su poder de una forma inconsciente e ignorante sino todo lo contrario, le estaban rechazando sabiendo perfectamente lo que hacían.

                Ahora bien, uno puede preguntarse ¿Y por qué es imperdonable este tipo de pecado? La respuesta es que la propia naturaleza de este pecado bloquea toda posibilidad de perdón. Cuando una persona rechaza aceptar la verdad que le es revelada, aún después de haberla comprendido, rechaza de igual forma el beneficio que dicha verdad puede aportarle, en este caso, el perdón.

                Así pues, cuando una persona rechaza de forma voluntaria la verdad del plan redentor de Dios, aún después de haberlo comprendido, ¿cómo puede Dios obligarle a aceptar la salvación que la misma persona insiste en rechazar? Es así que este pecado es imperdonable en su naturaleza, no porque Dios no esté dispuesto a perdonar a las personas sino porque las personas se obstinan en rechazar el perdón ofrecido por Dios.

                Finalmente, resta considerar la premisa de que se trata de “un pecado contra la clara y obvia revelación de Dios». Cuando se consideran los pasajes anteriormente expuestos se puede ver que por un lado se habla de “pecar contra el Hijo de Dios” y por otro de “pecar contra el Espíritu Santo”.

                Esto habla acerca de la revelación progresiva de Dios, el cual en su misericordia entiende el estado actual de cada persona. Durante el ministerio personal de Jesús en la tierra, el lector ha de reconocer que no todo el mundo aceptaba de buenas a primeras que Jesús era Dios en esencia, ni tan siquiera sus discípulos.

                Cuando Jesús preguntó acerca de su identidad a quienes le seguían, sus discípulos respondieron que la multitud creía que él era un profeta, o Elías o incluso Juan el Bautista. Sólo Pedro reconoció que Él era el Cristo, aceptando la verdad que el Padre le había revelado. Ni siquiera Tomás creía al cien por cien del plan redentor de Dios cuando dudó acerca de la resurrección de Jesús.

                Las personas que hablaban mal de  Jesús, no estaban hablando mal contra su conocimiento porque no tenían un conocimiento certero de quien era Él realmente, a pesar de que el Señor insistía en dejar claro que las obras que Él hacía daban testimonio de que el Padre y Él eran uno (Juan 5:36 / Juan 10:35).

                Así pues, uno podía ser excusado de negar a Jesús mientras estaba en la tierra si es que no tenía el entendimiento de la verdad revelada, pero no podía ser excusado si hacía lo mismo del Espíritu, porque Él testificaba por medio de las obras que la fuente de todo milagro era divino en esencia. Dicha obviedad, comprensible para todos los presentes, eran razón justificada para bloquear el perdón de Dios si se recibía con rechazo por parte de la persona, máxime si ésta atribuía el milagro al poder de Satanás.

                Hecha la diferencia entre el pecado que Dios perdona al negar la identidad de Jesús y el que no perdona al negar la identidad del Espíritu Santo, se puede observar que tras la resurrección de Cristo la revelación divina toma un giro diferente. Con la resurrección, la revelación plena y absoluta de que Jesús es Dios ha quedado más que manifestada a toda criatura, de forma que si bien antes de la resurrección una persona podía ser excusada por su desconocimiento e incredulidad, ahora no lo puede ser, y el riesgo de cometer el pecado imperdonable es aún mayor que antes.

                De lo dicho en el párrafo anterior, uno puede imaginar el significado completo de Hebreos 6:4-6. Éste viene a decir que si una persona ha recibido la revelación divina y más tarde la rechaza sabiendo quien es Jesús realmente, no queda posibilidad del perdón divino al ser bloqueado su efecto por causa de la rebelión voluntaria de la persona. Es como si de una forma la persona gritase “¡Apártate de mí, no quiero lo que me ofreces!” cuando Dios tiende su mano de amor en aras de rescatar a la persona perdida en sus delitos y pecados. Recuerde que Dios no fuerza a nadie a hacer algo que no quiere, y esto incluye la gracia de la salvación.

                Teniendo en cuenta todo lo dicho a lo largo del presente estudio, cabe preguntarse como cristianos, “¿Cómo se puede ayudar a alguien que cree que ha cometido el pecado imperdonable?”.

                De las tres premisas consideradas se extrae la conclusión de que una persona que voluntariamente ha rechazado la verdad revelada de Dios y que ha cometido el pecado imperdonable, no deseará ser salvo, o al menos el plan de salvación revelado en las Sagradas Escrituras. Esta persona se volverá indiferente hacia el Evangelio o incluso hará oposición al mismo. Puede que esta persona acepte que sí cree en Dios pero alegue que el Dios en el que ella cree es distinto al del revelado en la Biblia. En consecuencia será un dios subjetivo, cuya forma y atributos serán conforme a las concupiscencias, deseos e intereses de la persona que se lo imagina en su mente, pero obviamente muy distinto al Dios verdadero.

La Biblia responde a muchas de las preguntas que todos nos hacemos

                En contraposición, las personas creyentes que experimentan tribulación en su corazón porque creen haber cometido el pecado imperdonable no son sino creyentes que viven en el santo temor del Señor. Éstas anhelan agradar a Dios y la duda de haber actuado de forma alguna en contra de lo que a Dios le agrada le carcome los pensamientos. Si bien es cierto que las rumiaciones no son buenas sino patológicas, lo cierto es que en este caso el temor y/o la tribulación son indicios de que las cosas están bien y el creyente no ha cometido el pecado imperdonable.

                Por otro lado, “¿Se puede saber si una persona ha cometido el pecado imperdonable?” Bueno, lo cierto es que ninguna persona tiene la capacidad de conocer como es el estado de la comunión entre el resto de personas y Dios. Los creyentes pueden observar el estilo de vida de las personas de su entorno, evaluar sus palabras y ver si las afirmaciones referentes a su sistema de creencias interno son concordantes con su estilo de vida. Cuando hay discordancias entre lo que uno confiesa y en cómo vive uno, se puede inferir que sus obras hablan de una comunión escasa o nula con el Dios santo. En cambio cuando se observan obras de una vida transformada y entregada a Dios en compromiso y santidad, se infiere que la persona está andando correctamente delante de Dios.

                Deseo en el Señor que este estudio le haya sido de edificación, y que la gracia de Dios le permita adquirir una mejor comprensión acerca del pecado imperdonable, no solo para que usted se libre del riesgo de caer en él, sino para que pueda ayudar a aquellos en están en una situación similar a la suya.

                Que el favor de Dios sea para con usted para la gloria de Jesucristo. Amén.

Compártalo