Sea bienvenido a este estudio que versa sobre la “fe”, término de aplicación directa para cada creyente y que forma parte indisoluble de su experiencia vital en su relación con el Creador.
Pocas veces se encuentran definiciones tan precisas en las Escrituras respecto de un término particular como la que se registra en el siguiente pasaje bíblico:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1)
La interpretación literal y local de este pasaje implica tener uno mismo la seguridad, certeza y convicción de que algo que no se puede ver con los ojos tendrá lugar a pesar de todas las cosas, incluyendo las dudas propias. Este pensamiento es apoyado por las opiniones de personajes históricos de gran relevancia, los cuales citan frases tales como:

“La fe es creer lo que no ves, la recompensa de esta fe es ver lo que crees” (San Agustín)
“La fe es dar el primer paso, incluso cuando no ves la escalera completa” (Martin Luther King Jr.)
Sin embargo, la interpretación literal de este pasaje es un error si no se pone en el contexto que antecede y continua al texto, así como su exposición al resto de las Escrituras, siguiendo los principios de la hermenéutica bíblica, ya que éste pasaje es un claro ejemplo de que las Escrituras no se contrarían entre sí y que éstas deben ser analizadas correctamente.
Así pues, el texto debe ser comparado con su contexto local, a su vez con el libro al que pertenece y éste por último debe ser llevado a la luz de la totalidad de la Biblia, para así poder concluir si el pensamiento discurre en la misma línea o por el contrario hay algún tipo de controversia.
De esta manera, la interpretación literal de este pasaje vendría a sugerir al lector algo así como que “la fe es un salto al vacío confiando que más allá de tu pie hay algo sobre lo que finalmente podrás apoyarte”. Esto implica que cualquier cuestión sobre la que uno esté seguro, si tiene la fe adecuada, podrá ser hecha en su totalidad.
Poniendo un ejemplo práctico de lo dicho hasta el momento, suponga el lector que usted tiene el más ferviente deseo de poder volar. Este deseo le viene desde que usted era niño/a y veía a los pájaros volar sobre su cabeza, y se preguntaba a sí mismo cómo se vería el mundo a vuelo de pájaro.
Supongamos que el citado deseo le ha llevado a creer con todo su corazón que si lo desea con la suficiente fe, usted podrá volar aunque no haya antecedentes en la historia de que hombre alguno haya volado sin la ayuda de algún artefacto.
Hecho esto, camina hacia lo alto de un rascacielos y una vez en la azotea se dirige hacia el borde, justo a un paso del precipicio. En ese momento, lleno de fe, salta hacia delante y extiende sus brazos esperando que le den la sustentación adecuada como para emprender el vuelo.
Ahora bien, ¿Qué cree usted que pasará trascurrido el tiempo de la caída libre? Efectivamente, la gravedad y su identidad como humano se encargarán de devolverle a la realidad y hacerle entender que usted ha interpretado este pasaje de una forma inadecuada, aunque ya sea demasiado tarde como para volver atrás.
Un ejemplo similar sucede cuando satanás tienta a Jesús invitándole a saltar desde lo alto del pináculo del templo de Jerusalén. Obviamente, Jesús rechazó la invitación del engañador a sabiendas de que la interpretación bíblica que éste estaba haciendo no era la adecuada.
Así pues, la fe no es un “salto hacia el vacío”, sino un “acto de obediencia en el que el creyente da un paso al frente porque Dios le ha dicho que dé un paso”. Dicha obediencia tiene su fundamento en la revelación de Dios en las Sagradas Escrituras, ya que debido al carácter de Dios, y a su perfecta confiabilidad, podemos creer absolutamente que aquello que Él ha dicho por medio del Espíritu Santo y registrado en la Biblia, fue, es y será.
Esto debe llevar al creyente a separar el carácter subjetivo de la fe del objetivo. Al respecto, se puede asegurar que tener una fe objetiva es confiar plenamente en que lo que Dios ha dicho por medio de su Palabra es cierto y aplicable a la vida y acontecimientos del creyente de todo tiempo y lugar. En cambio, la fe subjetiva puede nutrirse de emociones, sensaciones, profecías o interpretaciones de experiencias personales, con el consecuente riesgo que esto entraña.
Para aclarar este punto, permítame compartirle un ejemplo. Suponga usted que una persona de su iglesia ha sido diagnosticada con cáncer y acude a una reunión de oración para compartir su situación con la congregación. Durante el tiempo de oración, otra persona “escucha la voz de Dios” confirmando que va a ser sanada completamente del cáncer.
La persona enferma se marcha de la reunión de oración totalmente confortada y fortalecida pero meses más tarde fallece, dejando una mancha de consternación en mitad de la congregación por lo sucedido. El problema en este caso reside en la subjetividad en la que a veces el creyente se apoya, sustituyendo las verdades bíblicas por impresiones personales. Entienda el lector que el presente estudio no trata de erradicar la eficacia de la profecía en la iglesia, sino que intenta llevar al lector a depositar su confianza plenamente en lo que las Escrituras afirman acerca del carácter de Dios.
Para entender esto mejor, y siguiendo con el ejemplo anterior, suponga que la misma persona enferma pide oración por su situación. La iglesia le apoya en oración pero en ella hay una convicción de conocer más a Dios por medio del estudio de las Escrituras. Meses después, aun cuando falta poco para que la persona fallezca, ella asegura con firmeza que “pase lo que pase, quiera Dios sanarle o no, confía en que Dios le dará la salvación por medio de la sangre de Jesucristo porque las Escrituras así lo afirman”.
Poco tiempo después, la persona fallece. La diferencia de ambos ejemplos es que una fe no es bíblica mientras que la otra sí. La primera refuerza la subjetividad mientras que la segunda la confianza en la fidelidad de Dios. La primera comienza con un fortalecimiento y esperanza inicial que poco a poco se va apagando hasta que la persona es consciente de que va a morir y el milagro no va a ser hecho, muriendo defraudada; mientras que la segunda fortalece a la persona de forma progresiva porque sabe que aun llegando el final de su vida, Dios es fiel.
Esto mismo es lo que la etimología de la palabra nos transmite en las Sagradas Escrituras cuando acudimos a su uso en los originales. El término “fe” deriva de dos raíces hebreas, una es “amán”, que evoca firmeza y seguridad, mientras que la otra es “batah”, que se refiere a seguridad y confianza. En griego, por su parte, el término más utilizado es el de “pistis”, el cual transmite la idea de mantener una firme persuasión o convicción basada en aquello que se ha escuchado. Finalmente, en el latín encontramos el término “fides”, relacionado con la confianza que una persona deposita en alguien de confianza.
Así pues, la etimología del término así como las distintas raíces utilizadas en los idiomas originales vienen a sugerir que la fe es “la firmeza, seguridad, convicción y confianza total y absoluta en el mensaje escuchado por parte de alguien en quien tenemos confianza”, en este caso, en Dios por medio de su revelación en la Biblia.
Esto viene a dar sentido a los versículos que siguen a Hebreos 11:1, los cuales hablan de algunos personajes a los que se les conoce como “héroes de la fe”. Estos son, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Moisés y muchos más (Hebreos 11:2-40).

Todas estas personas tienen algo en común con respecto a la fe. La más importante de ellas era la confianza en Aquel a quien obedecían, en base a dos cuestiones trascendentales; una es la veracidad de Dios, es decir, confiaban en que Dios no es hijo de hombres para mentir, de manera que todo lo que Él decía era verdadero, mientras que la otra es la confianza en su poder divino, es decir, la confianza en que Dios tenía el poder de cumplir aquello que había dicho aunque no hubiese antecedentes históricos de que lo prometido hubiera acontecido en otra ocasión.
Es así que Abel ofreció mejor sacrificio que su hermano porque su corazón estaba inclinado a Dios y no como el de Caín. Enoc tuvo fe de ser traspuesto para no ver mal porque confiaba en que Dios podía hacerlo aun aunque nunca nadie hubiese sido traspuesto antes. De la misma manera Noé se cuenta entre los que tienen fe porque construyó el arca antes del juicio de Dios en forma de diluvio universal porque confiaba en la veracidad del mensaje así como en el poder del que lo declaró.
También Abraham, siendo ya un anciano, creyó que Dios podía darle un hijo aun sabiendo que en su virilidad no había fuerza alguna ni tampoco en la matriz de su mujer Sara, incluso a pesar de que a su alrededor, ningún hombre de casi cien años había sido padre con el vientre de una anciana estéril. No menos importante es el testimonio de fe de Moisés, el cual aun viendo su debilidad depositó su confianza en el poder del que le llamaba a liberar a Israel porque así había dicho Dios a los patriarcas. Es así que:
“Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6)
“Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma” (Hebreos 10:38 / Habacuc 2:4b)
De lo anterior se puede extraer la certeza de que la fe es la creencia de que Dios está ahí, siendo el objeto sobre el que la persona deposita su confianza en base a sus atributos y poder, reconociendo que aquel que sigue este mismo principio es el que vive y agrada a Dios mientras que la persona que hace lo contrario y cae de vivir conforme a este principio, no puede obtener el agrado de Dios así como el galardón de la vida.
Esta es la razón por la cual los cristianos creemos en la obra redentora de Jesucristo, no porque el creyente le haya visto en visión antes o después de su conversión, ni porque haya escuchado su voz de forma audible o tenido alguna experiencia extrasensorial con la Divinidad sino que es el testimonio de las propias Escrituras las que atestiguan de la veracidad del mensaje así como la obra expiatoria de Cristo a favor de aquellos que creen por medio de la fe.
Como conclusión al presente estudio, considere que la fe bíblica es aquella que se fundamente en la revelación de la persona de Dios en las Escrituras, de forma que la Biblia ocupa un lugar central en la experiencia cristiana. Cosa distinta sucede en el caso de las herejías dominantes de la historia, las cuales han tratado de desviar la fe de las personas de la suficiencia de las Escrituras, añadiendo alternativas humanistas como las tradiciones, las costumbres y/o la cultura.
Obsérvese por ejemplo el caso del catolicismo romano, el cual ha colocado junto a la autoridad de la Biblia a las costumbres y tradiciones de los hombres, las cuales han introducido una serie de prácticas heréticas claramente censuradas por las Escrituras originales. Prácticas muy aplaudidas por el gentío, tales como la intercesión de los santos, el poder de las reliquias, la infalibilidad papal, etc…, las cuales desplazan las verdades bíblicas reveladas por Dios por instrumentos hechos por la mano del hombre. Esto no solo es abominación, sino falta de fe, tal y como se ha expuesto en este estudio.
Quiera Dios dar sabiduría y entendimiento a su pueblo, sin que falte la fe. Fe que agrada a Dios; fe bíblica.