Organización del Estudio:
1-Referencias Bíblicas
2-Acerca del termino Bienaventuranza
2.1-Definición del término
2.2-Tipos de Bienaventuranzas
2.3-El mensaje detrás de las Bienaventuranzas
3-Analisis de las bienaventuranzas
4-Análisis de los Ayes
5-Anexos
5.1-Bienaventuranzas Piadosas
5.2-Bienaventuranzas Sapienciales
5.3-Bienaventuranzas Escatológicas
1- Referencias Bíblicas:
>>Palabras de Jesús en el Sermón del Monte
– Mateo 5:1-12 – Lucas 6:17-26
>>Macarismos Piadosos
-Romanos 4:6-4 -Romanos 14:22
>>Macarismos Sapienciales
– Juan 13:17 – Santiago 1:25
– Santiago 5:11a – Lucas 10:23
– Mateo 13:16 – Mateo 16:17
– Mateo 11:6 – Lucas 7:23
– Juan 20:29 – Lucas 1:45
>>Macarismos en el libro de Salmos
-1:1 -32:1-2 -34:8 -40:4
-41:1 -72:17…hay muchos más…
>>Macarismos Escatológicos
-Apocalipsis 14:13 – Apocalipsis 16:15
– Apocalipsis 19:9 a – Apocalipsis 20:6
– Apocalipsis 22:7 – Apocalipsis 22:14
2- Acerca del término Bienaventuranza
2.1-Definición del término:
La palabra “Bienaventuranza” viene de la traducción de dos términos que denotan dos cosas similares pero con ámbitos diferentes.
Por un lado tenemos “Euloguémenos” que sin entrar en más detalle viene a hacer referencia a la felicidad que viene desde el exterior de la persona y que por tanto es ajena a sí misma, mientras que en contraposición encontramos el término “Makarios” que hace referencia a una condición interna de felicidad.
Como vemos, la diferencia entre ambos términos reside en el lugar de procedencia de esa felicidad, es decir, la fuente que lo origina. Por un lado tenemos felicidad o dicha que ofrece este mundo y que se apoya en las cosas materiales, es decir, las que que vienen de fuera o bien la felicidad que ofrece Dios que es la que nace en el interior de la persona y que previamente ha sido puesta ahí por Él.
2.2- Tipos de Bienaventuranzas
Las bienaventuranzas pueden dividirse en varios tipos dependiendo de la intención del mensaje que lanzan. Es cierto que todas tratan de reconocer la dicha de aquellos que viven conforme a los consejos que se nos da en la Palabra pero dependiendo del lugar en el que se encuentran o del tiempo en el qué y para qué se pronuncian podemos subdividirlas en varios grupos:
Las Bienaventuranzas “Piadosas” son aquellas que fueron pronunciadas por el Señor Jesús en el Sermón del Monte y que son el centro de este estudio bíblico. También podemos encontrarlas en otras ocasiones al margen pero el significado viene a ser el mismo. En ellas, el Señor recurre a la piedad que se mostrará sobre aquellos que reconociendo su pobreza espiritual en humildad tratarán de vivir conforme al agrado de Dios frente a aquellos que le desechan.
Otro tipo son las conocidas como Bienaventuranzas “Sapienciales” que son aquellas fruto de la reflexión y revelación transmitida de generación en generación al pueblo de Israel. En ellas se exhorta a llevar una vida de rectitud en pos de evitar sufrir las consecuencias de vivir al margen de lo que Dios ha establecido desde el principio de los tiempos.
Finalmente, hablamos de las Bienaventuranzas “Escatológicas” a aquellas referencias que se hacen sobre las personas que serán dichosas por guardar el consejo dado antes de que lleguen los últimos tiempos. Como se puede imaginar, se contienen en su plenitud en el libro de Apocalipsis.
2.3- El mensaje detrás de las bienaventuranzas
Como ya se ha visto anteriormente, las bienaventuranzas trazan un marcado contraste entre lo que el mundo considera afortunado o feliz y lo que significa esto mismo para Dios.
De esta forma Jesús estaba confrontando las ideas y creencias judías acerca de la felicidad y por ende al Reino. Según ellos, solo se llegaba al Reino de los Cielos a través de la observancia estricta de la ley y mediante una vida entregada a una forzada religiosidad ceremonial mientras que Jesús nos abre la puerta al entendimiento de que sólo aquellos cuyo espíritu está entregado por completo a Dios y viven dependientes de Él serán los que lo alcancen, aunque de todo esto en particular se hablará más adelante.
Como todos saben, las bienaventuranzas forman parte del conocido como “Sermón del Monte”, que fueron una serie de directrices que Jesús enseñaba a aquellos que pretendían ser sus discípulos, tanto los de aquella época, como los contemporáneos de hoy día como los discípulos venideros si acaso el Señor lo permite.
El “Sermón del Monte” es recogido en los evangelios de Mateo y Lucas y podemos encontrar algunos detalles que merecen la pena precisar. Lucas habla de 4 bienaventuranzas mientras que Mateo cita un total de 8. Lo trascendental aquí no es ver quién de los dos nombra más o menos sino el trasfondo que cada uno le da.
Mientras que Lucas dota a las bienaventuranzas de un sentido más o menos terrenal, dirigido a las personas que tienen o sufren necesidad en esta tierra, Mateo enfoca las bienaventuranzas desde una perspectiva espiritual que las dota del verdadero y amplio significado, aplicables a todo ser humano por igual.
Hay que dejar claro que las bienaventuranzas no son presentadas por Jesús como un resumen de normas, ni de nuevas leyes para una vida cristiana. Simplemente hace una lista de aquellas personas que serán dichosas, aunque ciertamente, si queremos estar en esa lista de personas dichosas tendremos que vivir conforme a la enseñanza.
Por otro lado, es preciso remarcar que las bienaventuranzas no se presentan como algo anterior a un encuentro con Cristo ni como un medio que el hombre puede utilizar para llevar a otros a tener un encuentro con Él sino que solo tienen aplicación y entendimiento para aquellos que ya han tenido un encuentro personal con el Señor. Dicho esto anterior, hemos de suponer que los inconversos nunca podrán comprender en su espíritu el significado de las bienaventuranzas aunque en su entendimiento humano puedan entenderlo desde un punto de vista teórico.
También podemos ver que las bienaventuranzas van enfocadas a las personas y no a las circunstancias. De esta manera Jesús llama bienaventurados a aquellos que se encuentran en un determinado estado de dificultad por haber elegido de forma voluntaria el andar por el camino correcto y no a aquellos que se ven en una situación de una dificultad más o menos parecida por obligación o necesidad, fruto de vivir en pecado y desobediencia a Dios.
Concluyendo este apartado vemos que Jesús llama dichosos a los que viven entregados a Él y desdichados a los que viven egoístamente, mientras que el mundo coincide en que aquellos que viven en los placeres y deleites del mundo son los dichosos y los que vivimos para Cristo somos los desdichados.
3- Análisis de las Bienaventuranzas
Si bien tendremos en cuenta los comentarios que recoge el evangelio de Lucas, centraremos la atención en el evangelio de Mateo en el que como hemos visto dota al mensaje de una trascendencia espiritual que merece la pena analizar. De tal forma encontramos que:
-Los pobres de espíritu: Hace referencia a aquellos que viven en la total indigencia espiritual; es decir, a aquellos que no poseen recursos espirituales propios. De esta dorma, los pobres de espíritu son los que reconocen su bancarrota espiritual y en consecuencia se ven a sí mismos como dependientes del Único Verdadero Dios.
Una persona pobre de espíritu es alguien humilde, sincero, que carece de orgullo y altivez. Sabe que sin Dios nada puede hacer.
¿Por qué ha de sentirse dichosa una persona cuyo espíritu propio siente que está en bancarrota? Por la sencilla razón de que a ellos les ha sido prometido el Reino de los Cielos y alcanzar tal promesa no es razón para estar tristes.
Ejemplos de personas que reconocían su dependencia de Dios:
Jueces 6:14-15 > (Gedeón)> ”Y el Señor lo miró, y dijo: Ve con esta tu fuerza, y libra a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te he enviado yo? Y él respondió: Ah Señor, ¿Cómo libraré a Israel? He aquí que mi familia es la más pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre”.
2 Samuel 7:18 > (David)>”Entonces el rey David entró y se sentó delante del Señor y dijo: ¿Quién soy yo, oh Señor Dios, y qué es mi casa para que me hayas traído hasta ti?
Isaías 6:5 > (Isaías)>”Entonces dije: ¡Ay de mí, porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al Rey, al Señor de los Ejércitos!”
– Los que lloran: En éste versículo el Señor Jesús no se refiere en su mensaje a aquellos que lloran por causas cotidianas (fallecimiento de alguien cercano, sufrimiento por alguna dolencia o enfermedad, etc…) sino que sigue tratando de hacernos entender el valor de la humildad y de la total dependencia de Dios en nuestro espíritu. De esta forma reconocemos que serán dichosos aquellos que se lamentan por su estado de bancarrota espiritual, tal y como se habló en el apartado anterior, y tras haber reconocido su condición de pecadores.
Es cierto que en la vida pasamos por diversas aflicciones, unas mayores que otras que nos sumen en estados de melancolía o reflexión, incluso a veces llegamos a sentirnos tristes o apenados pero el llanto en esta ocasión no es enfocado a una circunstancia que se origina en el exterior, es decir, fuera de nosotros, sino en algo que sucede en nuestro interior cuando tenemos un encuentro personal con Cristo y es cuando reconocemos nuestra maldad y nos lamentamos por haber vivido tanto tiempo equivocados.
También podemos hablar en esta ocasión de aquellos que sienten un dolor profundo por la perdición del mundo en el que viven y de las personas que le rodean (Familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, etc…) de forma que no pueden dejar de manifestar ese dolor al exterior de una forma u otra ya que es un dolor por las almas perdidas que no se puede ocultar.
Salmo 51:1-4… > (David tras su pecado con Betsabé)> “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis trasgresiones. Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis trasgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas.
– Los mansos: Ser manso hoy en día va en contraposición con el modo de vivir de nuestra sociedad, donde se premia a los rudos, ásperos, duros y fuertes que lo son para alcanzar el poder o el estatus social más alto posible.
En nuestra sociedad contemporánea ser manso se reconoce como una debilidad, incluso puede ser motivo de exclusión o de abuso por parte de los grupos sociales a los que pertenecemos.
Ahora bien, ¿Qué significa ser manso?
Ser manso es ser una persona dócil, amable, educado y respetuoso en su trato con los demás, entre otras cosas, pero Jesús no dirige su mensaje a aquellos que se comportan así con el resto de personas (aunque para los cristianos nuestro comportamiento para con los demás ha de ser exquisito) sino en el trato que tenemos primeramente en nuestra relación con Dios porque hay personas que tienen un trato correcto, educado y formal y reniegan de Él.
El manso es aquel que gracias al Espíritu Santo es capaz de mirar hacia su interior y ver su rebeldía para transformarla; repito, gracias al Espíritu Santo. De esta forma aceptamos con humildad y obediencia el trato que Dios tiene con nosotros y Su forma de corregirnos, sin reprocharle nada pues entendemos que lo hace por nuestro bien.
Ejemplo: Imaginemos a Bucéfalo, el famoso caballo de Alejandro Magno que le acompañó en innumerables batallas. Desde que era potro salvaje, se le conocía por su fuerte carácter, su fuerza, bravura, valentía e incontrolabilidad. Sus características eran tan poderosas e indomables que ningún hombre lo consiguió montar a excepción del propio Alejandro.
Bucéfalo había sido domado por su dueño y aceptaba las órdenes que éste le daba porque sabía que era para su bien. Esto no quiere decir que el corcel había dejado de ser fuerte, bravo o valiente de la noche a la mañana sino que seguía manteniendo sus magníficas cualidades a la vez que transformaba su rebeldía e incontrolabilidad en mansedumbre y obediencia. De una forma similar le sucede al hombre que se deja moldear por las manos de Dios.
Siguiendo con lo mencionado al principio de este apartado, podemos ver que la naturaleza del hombre le lleva a perseguir la conquista del mundo de una forma que podemos considerar como combativa. El hombre de hoy no cede terreno a no ser que obtenga algo a cambio (lo vemos en política nacional, internacional, en grupos sociales, en empresas, etc…) se pasa la vida batallando con unos y con otros para obtener más tierras, riquezas, derechos o beneficios con los que labrarse un nombre que puedan dejar en herencia junto a todo lo acumulado y no se dan cuenta de que los días del hombre tienen un inicio y un fin y cuando el día de la partida llega, las riquezas en las que han depositado su confianza perecen con él.
En contraposición a esto, los mansos no oponen resistencia a la guía y cambios en la vida que son producidos por el Señor. Pueden ser más o menos conocidos en su entorno, incluso pueden pasar desapercibidos para la sociedad en la que viven o llegar a vivir en servidumbre de aquellos que ostentan el poder. La diferencia entre los mansos y los demás es que la esperanza de los primeros no se desvanece cuando la muerte física les alcanza sino que es entonces cuando alcanzamos la promesa que Dios nos ha hecho y es como podemos leer al final del versículo, “la tierra por heredad”.
– Los que tienen hambre y sed de justicia: Como todos sabemos, Jesús solía hablarnos de verdades espirituales a través de ejemplos cotidianos de nuestro día a día para que pudiéramos comprenderlo mejor. He aquí otro ejemplo de ello. Cuando llama bienaventurados a los que tienen hambre y sed de justicia, no está haciendo alusión alguna a la satisfacción de las necesidades de físicas de comer o beber aunque sí que las utiliza de una forma ilustrativa.
De las misma manera que puede sentir dicha un bebé que llora con fuerza cuando se siente hambriento y su madre le da el alimento que con tanta ansia solicita, también serán dichosos aquellos que con la misma insistencia y anhelo busquen ser justos.
Abriendo un paréntesis aclaratorio, hay que mencionar que la palabra justicia es una norma de rectitud moral que regula de forma positiva las relaciones humanas, de forma que una persona justa sería una persona de una moral recta que influye a la sociedad en la que está de una forma positiva a través de los valores del Reino de Dios inculcados en su corazón.
También hemos de dejar claro que la justicia de Dios se imparte desde lo alto, de manera que a modo de promesa, vemos el anuncio del fin de la opresión, abuso e injusticias que sufren aquellos que persiguen ser justos y que alcanzarán cuando la promesa de la vida eterna se cumpla en la vida del creyente.
Hasta que llegue el momento de la manifestación de la vida eterna en nuestra propia vida, el creyente experimenta un proceso de santificación en el que las conductas pecaminosas de la persona van siendo sustituidas por conductas que son del agrado de Dios. Es de esta forma que el Señor llama dichoso a todo aquel que anhela parecerse a Él cada día más y más. Ese anhelo nos llevará a buscar más de Él y eso terminará trayendo consigo cambios en nuestra vida gracias a la acción y guía del Espíritu Santo en nuestro interior. Podemos asegurar que siguiendo la regla de oro recogida en Mateo 7:7 (Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá) cualquier persona que pida, busque o llame al Señor y Sus valores para su vida personal terminará recibiendo aquello que ha pedido.
Siguiendo la línea de la enseñanza que venimos observando en las bienaventuranzas encontramos la certeza de que ni los soberbios, autosuficientes en el espíritu, rebeldes, quejumbrosos, los que critican, los que murmuran, los que mienten o tergiversan, los altivos de corazón y los que desechan a Dios en lo profundo de su corazón alcanzarán el Reino de Dios ni verán la vida eterna a no ser que se arrepientan y entreguen su vida a Cristo Jesús.
-Los misericordiosos: Partiendo de la base de que el corazón del hombre es frío, sombrío y sin amor por naturaleza heredada (Adán, Eva y el pecado original), reconocemos que la misericordia no se debe a un impulso del hombre sino al influyo (influencia) del Espíritu Santo que le conmueve y le lleva a la acción de misericordia.
Ser misericordioso consiste en no tratar a las personas que se equivocan como creemos que se merecen, indistintamente del tamaño del error. Ni siquiera consiste en preguntarles si creen que merecen ser perdonados o que se les ayude sin actuar directamente con amor sin que importe la situación del afectado, su condición o cualquier otro razonamiento humano que pueda causar controversia (diferencia étnica, de religión, ideológica, etc…). El cristiano reconoce el sacrificio de Jesús en la cruz del Calvario y acepta que si Él murió hasta por el más vil de los pecadores, así también nosotros hemos de mostrar ese amor sin distinción alguna entre personas.
De esta forma, un cristiano no debe preguntar si ésta o aquella persona es digna o no lo es, porque ninguno somos dignos, sino que debería preguntarse el modo con el que podría ayudar a esa persona. Haciendo esto mismo estaremos derramando sobre los demás la misma misericordia que Dios derramó sobre nosotros al perdonarnos de nuestra vieja forma de vivir.
– Los de limpio corazón: ¿Qué entendemos cuando decimos que algo es limpio? Sin extenderse en definiciones, entendemos que algo es limpio cuando es transparente y puro.
Siguiendo la línea espiritual del mensaje de Jesús, una persona limpia de corazón es una persona que no alberga mentira ni impureza alguna en su corazón, es decir, su alma es sencilla, recta y sin doblez con su trato para con Dios y con los hombres.
En ocasiones pensamos, sentimos o deseamos incluso cierta clase de males a las personas de nuestro entorno, especialmente si nos han herido en alguna ocasión ya que consideramos ese dolor injusto y evitable pero que por la acción desafortunada de esa persona ahora nos vemos cargando con esa sensación desagradable. Ante esta situación hemos de ser muy cuidadosos pues dañar y ser dañado es algo que siempre ha sucedido en el trato entre personas pero una cosa es que este tipo de experiencias perniciosas sucedan y otra es que ahondemos en ellas para justificar malos deseos hacia los demás. De hacerlo estaremos pecando.
De la misma forma que el Señor Jesús nos enseñó acerca del pecado cuando se codicia a una mujer con la mente, permitir pensamientos, deseos o intenciones malvadas hacia otra persona, cualquiera que sea el motivo por el que te sientes agraviado, nos llevará al camino del pecado y por ende al de la muerte.
Dice la Palabra, parafraseando, que de lo que hay en el corazón habla la boca” así como “Lo que contamina al hombre no es lo que entra por la boca sino lo que sale de ella”. Teniendo en cuenta esto y sabiendo que Dios escudriña los corazones, hemos de tener especial cuidado con lo que dejamos que haya en nuestros corazones.
Claro está que esta tarea es imposible que el hombre sea capaz de realizarla en su plenitud y es por ello que debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude.
Haciendo esto seremos capaces de ver a Dios, tal y como nos confirma el final del versículo, pero ¿Cómo, lo dice de una forma literal? Sin duda que en la vida eterna le veremos pero en la actualidad se refiere a tener una mayor percepción de Él, es decir, estar más sensibles a escucharle y recibir Su dirección.
– Los pacificadores: Esta bienaventuranza puede entenderse desde dos perspectivas distintas que no se oponen sino que se complementen la una a la otra.
Sabiendo que cristo Jesús vino a la tierra a reconciliar al hombre con su Creador y que el evangelio que proclamaba era el conocido como el “evangelio de la paz”, entendemos como “pacificador” a todo aquel que pone el empeño de cumplir en su vida la misión de proclamar las “buenas nuevas” al mundo, para que toda persona pueda alcanzar la paz con Dios, es decir, aquellos que anuncian la misma reconciliación con el Padre que Jesús anunció hace casi dos mil años.
Por otro lado, podemos llamar “pacificadores” a todos aquellos que se afanan en mediar entre los conflictos, es decir, a aquellos que dedican su tiempo, recursos y esfuerzo en establecer la paz.
Estos últimos serán los que busquen la posibilidad de mediar en conflictos entre grupos, personas o países que se oponen entre sí, de manera que el carácter belicoso del hombre no triunfe mediante las normas humanas del abuso y la injusticia sino que la cordura y la paz sobrenatural se imponga a partir de la doctrina del ejemplo y del amor.
Hay que aceptar el hecho de que un pacificador; de cualquiera de las dos formas que hemos visto, ha de ser una persona preparada y dispuesta a sufrir todo tipo de tratos, situaciones e injusticias pues si recordamos el ejemplo del propio Jesús; Él mismo sufrió la oposición, persecución, maltrato e incluso ejecución de manos de sus contemporáneos. Traer la paz en mitad de un mundo de valores en guerra es una tarea compleja, arriesgada y no siempre recompensada como uno espera en esta vida pero tranquilos, nuestro galardón está listo en el cielo.
Para que una persona pueda ser llamada “pacificador” sin duda ha de estar revestido del amor de Dios, para ser más exacto, deberá vestirse de la sangre de Cristo como vestiduras a fin de entender que Cristo murió por toda la humanidad sin excepción, sin importar el trato que podamos sufrir en consecuencia del mensaje que traemos con nosotros. También ha de ser una persona que goce del equilibrio entre su conocimiento y su forma de vivir, es decir, no debe ser un hipócrita, ya que tan solo el buen ejemplo de una vida consagrada nos confiere la autoridad para defender la paz. Esto es delicado pues si nuestra vida habla de lo contrario de lo que predicamos, el efecto que conseguiremos en la gente será el contrario al deseado.
Ahora viene la promesa que sigue a la bienaventuranza. Al final del versículo vemos que Jesús dijo que los pacificadores serían llamados “hijos de Dios” y esto viene a darnos una idea del alto concepto que tiene el Señor de aquellos que trabajan en nombre de la paz.
Desde luego que al único que reconocemos como Hijo de Dios con mayúscula es a Cristo Jesús, pero no hemos de pasar por alto el título que Él mismo nos brinda a aquellos que buscamos la paz y es que en esta ocasión nos muestra de una forma ilustrativa el título de excelente honor que recibirán los pacificadores.
El título de “Hijo de Dios” ya era utilizado por otras civilizaciones de la historia como los babilonios, persas, egipcios, chinos y más tarde romanos y griegos. Este nombramiento era otorgado a los gobernantes que sobresalían por sus cualidades y ejemplo en la vida de gobierno, como un reconocimiento que servía para exaltar la imagen e inmortalizar el nombre de esa persona. De una forma similar, Jesús otorga el más alto título que una persona puede alcanzar a aquellos que trabajan y sirven en pos de la paz.
– Los perseguidos por causa de la justicia: Son aquellos que con la firme convicción de servir a Dios continúan con la tarea que se les encomendó a pesar de las adversidades; así como el origen instigador de las mismas (familia, amigos, compañeros del entorno, etc…)
Aquí hay que dejar un detalle claro. La Palabra nos dice en Juan 16:2-3 > “Os expulsarán de las sinagogas; pero viene la hora cuando cualquiera que os mate pensará que así rinde un servicio a Dios. Y harán estas cosas porque no han conocido ni al Padre ni a mí.” Cuidado con las cosas que hacemos y nunca hagamos nada que vaya en contra de lo que la Palabra nos enseña para no caer precisamente en el error de hacer cosas por nuestra propia voluntad atribuyendo a Dios el origen y la responsabilidad de nuestros actos. (ISIS como ejemplo)
Volviendo a lo anterior, hemos de recalcar que los perseguidos por causa de la justicia son aquellos que sobre todas las cosas, y aquí podemos mencionar de nuevo a la familia, los amigos, etc… colocan a Dios y se esfuerzan en expandir el evangelio y sus valores morales a pesar de la opinión, descrédito, humillación o persecución que puedan sufrir por parte de los demás. Estos serán los que reciban la promesa del fin de la opresión, persecución e injusticia en esta vida en favor de la vida eterna en el Reino de los Cielos; donde seremos libres de estas cadenas y descansaremos por nuestra obra.
En todo el antiguo testamento vemos los ejemplos de los profetas y demás siervos del Señor. Todos sufrieron lo indecible y muchos de ellos padecieron de una forma u otra. Esto ha de servirnos para comprender que sin duda nosotros nos enfrentaremos a cosas similares.
Ciertamente el caminar del hombre justo será complicado como lo fue para los siervos de Dios en la antigüedad pero nos queda la certeza que al igual que ellos heredaron el Reino de los Cielos, también nosotros lo heredaremos.
4- Análisis de los Ayes de Lucas 6: 24-26
Los Ayes son la antítesis de las bienaventuranzas y se anuncian acto seguido después de éstas en el Sermón del Monte.
Aunque hemos visto que el término Bienaventuranza viene a significar “dichoso”, no entendemos como una maldición el término “Ay” ni malditos a aquellos a los que se les anuncian los “Ayes” sino que entendemos el mensaje de Jesús como como un anuncio profético de lo que les pasará a los que se encuentran apartados de Dios y que ha de servir de exhortación para que aquellos que viven de forma equivocada puedan arrepentirse y escapar así del mal futuro que sin duda les llegará de seguir por ese camino.
Los Ayes van dirigidos a aquellos cuyos ojos y corazón están puestos en las cosas de este mundo y se ven incapaces de renegar de esas cosas en pos de aceptar la vida eterna.
Entendido el mensaje, analizamos que lo que se recoge en los “Ayes” viene a adquirir el siguiente significado:
Los Ricos son las personas que han puesto sus miras en su economía; piensan que el dinero da la felicidad y de ese modo buscan tener más y más dinero y posesiones con la finalidad de no verse carentes de los medios en los que su confianza y felicidad se vean truncados.
Este tipo de personas suelen atribuirse a sí mismos los éxitos de sus vidas diciéndose frases como: “Si soy lo que soy o tengo lo que tengo es gracias a mi esfuerzo o a mi inteligencia en este u otro asunto” Como se puede observar, en ningún caso admiten que es Dios quien les provee ni agradecen la generosidad que Dios ha demostrado con ellos.
La salvación de estas personas es bastante difícil, tal y como nos dice Jesús en Marcos 10:25 (Es más fácil que un camello pase por el ojos de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios). Esto no significa que Dios no quiera la salvación de este grupo de personas sino que nos advierte de lo complicado que es arrancar del corazón el amor a las riquezas cuando estas han ocupado el lugar que no les corresponde. De todos modos, sabemos que para Dios no hay nada imposible.
Sumado a lo dicho con anterioridad, podemos añadir a aquellos que están saciados con lo que esta vida les ofrece. En su conformidad no atienden a la voz de Dios cuando les llama a buscarle y desechan la búsqueda espiritual en la que pueden encontrar la salvación a través de Cristo Jesús para conformarse con lo que sus ojos ven en este tiempo.
Estas personas piensan que la vida es como la batería de un coche, que se vive con plenitud y a plena potencia hasta que la energía almacenada en la batería se agota y el coche deja de funcionar. De aquí vienen las famosas teorías de las que todo el mundo ha oído hablar como las del “Carpe Diem”, “Tempus Fugi” o aquellas que admiten que cualquier cosa que te haga feliz es aceptable siempre y cuando te consiga hacer feliz.
En su error desestimaron el regalo que Dios les hacía al entregar a Su Hijo unigénito para morir por ellos en la cruz del Calvario y de no arrepentirse mientras aun tengan la oportunidad serán separados de Dios cuando sus vidas acaben.
También encontramos el caso de los que ríen. No solo aceptamos en este grupo a los que viven de forma disipada y egoísta como en los casos anteriores sino que añadimos a aquellos que consideran el mensaje de la salvación como “un cuento más” y se burlan tanto del mensaje como de los mensajeros, desechando en sus corazones a ambos.
Estas personas “burlescas” que hoy se jactan contra Cristo y lo que nuestro Señor representa, caerán en la cuenta del error en el que viven y las risas con las que vivieron serán tornadas en lamento a no ser que se arrepientan cuando aún estén a tiempo de hacerlo.
Finalmente, en el versículo 26 se encuentra un detalle al que merece la pena hacer mención. Es un llamado a vivir con la sabiduría de Dios y no con la de los hombres.
Al vivir con la sabiduría de los hombres ganaremos el respeto del mundo de los hombres. Hay personas con gran habilidad que siempre saben lo que decir y en qué momento decirlo sin que les importe en absoluto el mensaje que dicen sino el quedar bien con la persona a la que se lo dicen; de esta forma estaríamos viviendo como lo hacen algunos políticos de nuestra época, quienes con la única intención de ganar el voto de la persona con la que están hablando prometen el oro y el moro aunque su mensaje se contradiga diez minutos más tarde.
Como podemos observar en el caso de los políticos al que se ha hecho mención, de actuar igual que ellos ganaríamos el apoyo, respeto o confianza derivado de estas personas pero no estaríamos obrando bien.
De una forma similar, Dios en Su Palabra nos advierte para que no nos comportemos de igual forma en las iglesias, es decir, nos llama a que no seamos como esos falsos profetas que anuncian mensajes de prosperidad a todo el mundo con la única intención de convertirse en personas carismáticas. Esos falsos profetas anunciaban mensajes de sus propios corazones y no porque lo hubiesen recibido de parte del Señor y esto tiene consecuencias muy serias. Seamos serios y humildes en nuestro servicio al Dios Todopoderoso y hablemos de lo que estamos seguros que hemos de hablar. Su Palabra no falla.
En contraposición a esto mismo, vivir conforme a la Sabiduría de Dios e dentro de Su Voluntad, nos hará ganar la honra y respeto de las personas de nuestro entorno, y esto lo vemos en Proverbios 3:4 ( Y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres…) (Respetando y obedeciendo los decretos de Dios, claro), pero también es cierto que vivir conforme a la Sabiduría de Dios y lo que nos enseña en Su Palabra hará que otros tantos se levanten contra nosotros con la única intención de hacernos caer ya que el maligno no quiere que el Reino de los Cielos sea anunciado.
El cristiano debe vivir conforme a la verdad del evangelio interiorizada en su corazón y exteriorizada por su conducta, sin buscar ser honrado por el resto (aunque vivir en justicia y verdad sea motivo del recibimiento de la honra por parte de los demás); buscando hacer, decir y pensar lo que agrada a Dios aunque el mundo se levante contra nosotros.
En conclusión: Una vez más vemos la importancia que Dios da a vivir conectados y dependientes de Él en contrapartida de aquellos que ponen sus ojos en este tiempo y en las cosas que no duran para siempre, desechando la salvación que Dios nos ofrece por medio de la sangre de Cristo Jesús.
Que el Señor nos dé la sabiduría para vivir con esa alegría interna que sólo la comunión íntima con Él nos puede proporcionar, y que va más allá de cualquier experiencia de satisfacción externa.