UN-ARSENAL-EN-EL-ARMARIO
Sergio Belmonte

Un Arsenal en el Armario

Basados en la petición que los discípulos hicieron a Jesús en Lucas 11:1 “Señor, enséñanos a orar” y dada la importancia del asunto en cuestión, conviene que nos fijemos en una de las oraciones más famosas de las Sagradas Escrituras y que nos sirven de modelo para que oremos al Padre respecto a las muchas áreas de nuestra vida en las que le necesitamos. Es pues esta oración modélica la que el mismo Señor Jesús enseñó a sus discípulos durante lo que se considera como “El Sermón del Monte”. De forma específica, nos centraremos en Mateo 6:9-13 del que aprenderemos cuatro aspectos esenciales de la oración que pasamos a visualizar de forma esquemática y sobre las cuales se centrará este estudio bíblico.

Versículo Texto bíblico Tipo de oración
9 Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre Oración de Adoración
10 y 11 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Oración de Intercesión
12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Oración de Confesión y Restauración
13 Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén Oración de Guerra Espiritual

                Hemos de decir, que como en otros muchos casos, la Palabra de Dios es tan rica en conocimiento y aplicación a nuestras vidas que sería necesario mucho más que este estudio para comprender la totalidad de las cosas que el Señor Jesús nos quiso transmitir, es por eso que aunque he tratado de ser lo más exhaustivo posible, seguro que un estudio pormenorizado del mismo pasaje a nivel individual será capaz de arrojarte más luz. ¡Te animo a ello!

A continuación iremos detallando cada uno de los aspectos anteriormente citados en la tabla para adquirir una mejor comprensión.

Oración de Adoración  

Para comenzar, sería justo definir el concepto de “Adoración” diciendo que proviene de una actitud del espíritu del hombre que se produce en su interior y termina manifestándose externamente por medio de la alabanza. Dicha adoración está dirigida al único Dios verdadero, al Creador del universo y Padre de nuestro Señor Jesucristo como respuesta de la restauración de la relación que fue estropeada en Génesis 3:6 por causa del pecado y la caída de la humanidad.

Como podemos leer en Génesis 1:26a “Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” la voluntad de Dios en el origen era crear cierto tipo de vida que cumpliera las características de comunión que eran propias de la deidad.De esta manera, siendo Dios Padre a la vez el Hijo y el Espíritu Santo, quería que nosotros, siendo cuerpo, alma y espíritu, tuviéramos comunión con Él.

De esta forma, el gozo de la reconciliación por la sangre de Cristo en la Cruz del Calvario, genera en nosotros un estado interno de gozo que nos lleva a adorarle de forma física así como intangible, es decir, mediante las expresiones de nuestro cuerpo en la alabanza o mediante nuestros propios pensamientos y emociones.

Tal gozo en la adoración se expresa y no se retiene. El creyente se ve incapaz de retener dentro de sí las expresiones de alegría por las cosas que Dios ha hecho en su vida y le lleva a adorar tanto como individuo como cuando forma parte de la congregación, es decir, decimos que la adoración es tanto individual como colectiva cuando el centro de la adoración es Dios mismo.

En cuanto a los orígenes del término “adoración” encontramos los vocablos “shâjâh” y “proskumeo” que tanto en hebreo como en griego respectivamente tienen connotaciones referentes al acto de reverenciar a alguien. Es de esta forma que usamos ambas palabras para expresar la actitud reverente de las personas cuando en presencia de alguien de autoridad a quien se le debe respeto se pueden inclinar o incluso arrodillarse. Ambos términos se pueden referir tanto a las personas como a Dios mismo pero es en el término griego “latreia” donde encontramos el completo significado que andamos buscando. Dicho término hace referencia a la necesidad de ministrar y servir en santidad a aquel a quien reverenciamos, de manera que, siendo el pueblo de Dios una nación de sacerdotes (1 Pedro 2:9), llamados a vivir en santidad        (1 Pedro 1:16), encontramos que el término “adoración” se refiere exclusivamente a Dios.

Es de hecho Dios el único objeto de la adoración. Como puede leerse en Apocalipsis 22:8-9 “Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.” Ninguna criatura o ser creado, del mundo visible o invisible, tiene que ser adorado pues Dios, como único Creador de todo cuanto existe es el receptor de toda la adoración.

Sabiendo esto, la oración de Jesús nos invita a tener una perspectiva correcta del orden de las cosas. Al reconocer a Dios como el Creador, tal y como hemos comentado con anterioridad, automáticamente debemos percibirnos a nosotros mismos como parte de la creación. De esta forma, el plano existencial se completa y cada pieza ocupa su lugar adecuado como si de un puzle del cosmos se tratase.

Tal es la importancia de la adoración centrada exclusivamente en Dios como el Creador del universo que ya desde los tiempos de Moisés se nos deja claro a través de los mandamientos (Éxodo 20:1-17). En la siguiente tabla veremos con más claridad esto de lo que estamos hablando:

Versículo Texto bíblico Implicación
2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. Nos dice que adoremos sólo a Dios.
3, 4 y 5 No te harás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen…No te inclinarás a ellas. Nos prohíbe crear nuestros propios dioses para adorarles.
7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Nos instruye a honrar el nombre de Dios.
8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Nos llama a pasar un día de reposo junto a Él.

Como podemos apreciar a simple vista, de los 10 mandamientos, 4 de ellos se centran en la adoración a Dios, pero éste no es el único lugar de la Biblia donde se nos instruye de la misma forma. Dejando al margen el libro de “la segunda Ley” o “Deuteronomio” en el que Moisés repite los 10 mandamientos en el capítulo 5, vemos que Dios habla en términos similares en el “Shemá” (Deuteronomio 6:3-5), oración israelita que fue potenciada por el mismo Jesús en Marcos 12:28b-30a “…¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: Oye, Israel; el señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas…”. Nuevamente vemos que la adoración a Dios implica todas las áreas de nuestra existencia, desde nuestra voluntad de actuación sobre el bien o el mal, pasando por nuestro intelecto y nuestras emociones hasta llegar a nuestras conductas diarias. Para clarificar esto que acabamos de ver, veamos la siguiente tabla explicativa:

Las palabras de Jesús Lo que implica
Con todo tu corazón Referente a la voluntad humana y nuestra capacidad de elegir el bien o el mal. Amar al Señor en este aspecto implica la elección de hacer el bien en detrimento de las malas acciones.
Con toda tu alma Referente al aspecto emocional del ser humano. Dios nos dotó de emociones para expresar nuestros estados internos de manera que la adoración con el alma implica poner al servicio de Dios nuestras propias emociones.
Con toda tu mente Referente al intelecto humano. De esta manera, nuestra forma de pensar y ver las cosas ha de ser otro de los sacrificios que el hombre hace a Dios en su culto racional.
Con todas tus fuerzas Referente a las conductas. De esta forma, todo cuanto la persona hace, su forma de caminar, trabajar, amar a los demás y comportarse a lo largo del día debe ser un fiel ejemplo del amor que recibe de Dios y que por ende se esfuerza en proyectarle de vuelta.

                De todo lo que hemos visto con anterioridad, solo nos resta presentar la dinámica de la adoración. De esta manera, es Dios mismo el primero en mover ficha en cuanto a la relación de comunión con nosotros ya que es Él quien se revela a nosotros de formas varias. Una de ellas es a través del cosmos y las cosas creadas (Romanos 1:20), y es que tal nivel de perfección sólo pueden tener un autor y la ciencia, por mucho que se esfuerce en sus divagaciones, no encuentra la forma de demostrar de forma empírica y tangible que es el hombre o la propia ciencia quien ha creado todas las cosas hermosas con las que Dios nos deleita la vista.

                Otra forma de revelarse es a través de las Sagradas Escrituras (2 Pedro 1:21) y es que ellas mismas nos dicen que el Espíritu de Dios inspiró a aquellos hombres que en su tiempo escribieron los textos sagrados. Finalmente vemos que Dios también se revela a la humanidad a través de la predicación de Su Palabra a la misma humanidad (Romanos 10:14).

                Así de esta manera, dado el primer paso, nos toca a nosotros responder, que una vez que somos conscientes de la grandeza del Soberano Rey del universo, y quitado el velo de nuestra vista, alabamos a Dios en un proceso circular en el que Dios se sigue revelando a nosotros y nos permite ir conociéndole más y más, siendo el resultado de esta relación de adoración circular, tanto el deleite de los participantes en la comunión como la transformación del hombre conforme al carácter de Cristo Jesús.

Oración de Intercesión  

                Cuando hemos leído los versículos 10 y 11 de la oración de Jesús, nos percatamos de que hay dos cuestiones por las que debemos clamar, “Venga Tu Reino” y “Hágase Tu Voluntad”, pero, ¿qué es el Reino y cuál es la Voluntad de Dios?

                Hoy día podemos escuchar a muchos creyentes pedir en oración que se haga la voluntad de Dios en diversos asuntos, y qué bueno es que los hijos de Dios pidan para que la perfecta actuación del Creador sea la que se realice y no la que nosotros podamos hacer con nuestras limitadas manos. Sin embargo, pedir por la voluntad de Dios implica conocer la voluntad de Dios y de eso nos vamos a encargar en este apartado.

                Del mismo modo, hablar del “Reino de Dios” o “Reino de los Cielos” debe llevar implícito el conocimiento de qué significa la expresión ya que cuando le pedimos que “venga Su Reino” tenemos que tener claro a qué nos estamos refiriendo.

                Bien, dado que todo el ministerio de Jesús así como el de sus apóstoles, desde Marcos 1:15 hasta Hechos 28:31, se centró en el anuncio del Reino de Dios, vamos a comenzar por aquí.

                Cuando leemos los textos griegos de la original Septuaginta en los que se compiló el Nuevo Testamento, encontramos que el vocablo que se utiliza para hablar del “Reino” es “Basileia” y que este tiene una serie de connotaciones bastante interesantes que nos es necesario conocer. Para ello vamos a echar un vistazo a cada una de ellas de forma independiente y separada en distintos apartados para que nos ayude a una mejor comprensión del término:

  1. “Basileia” no se refiere a un reino o reinado físico como el que podemos conocer actualmente. Al usar este término en una oración no le estamos pidiendo a Dios que traiga Su ciudad celestial a esta tierra para que de una forma u otra nosotros la podamos ver o ésta pueda influir sobre las gentes paganas que habitan en el planeta. Al utilizar el término “Basileia”, más que a un reino físico o político, nos referimos al “acto de reinar”, es decir, al hecho de que Dios reine.

De esta manera, al pedir a Dios en oración que “Venga Su Reino” lo que le estamos pidiendo es que Él venga a reinar, ¿y dónde va a reinar si hemos dicho que el Reino de Dios no es un reino político o país tal y como lo conocemos actualmente? La respuesta está en la naturaleza de la divinidad manifestada desde tiempo santiguos. Ya desde Génesis Dios tiene ese anhelo de comunión con nosotros, revelándose a la vez como el Creador, de manera que podemos concluir que el anhelo de Dios, y por ende el nuestro, es el hecho de que Dios gobierne en nuestros corazones y en cada aspecto de nuestras vidas, tal y como pudimos ver en el Shemá judío o la reafirmación del mismo que Jesús hizo en el libro de Marcos.

Este Reino, o lo que es lo mismo, el hecho de que Dios reine, ya fue predicho en las Sagradas Escrituras, cuando profetas como Isaías (2:1-4) o Miqueas (4:1ss) predijeron que llegaría un tiempo de peregrinación de las naciones al Monte Santo de Dios donde Él mismo pudiera gobernar sobre aquellos que se le acercan.

Esta profecía fue corroborada por aquellos que después de ver a Jesús vieron en Él que ciertamente el Reino de Dios se había acercado. Podemos leer los textos que hablan de ello en Lucas 1:67-69 (Zacarías), Lucas 2:25-32 (Simeón), Lucas 2:36 (Ana) y Lucas 23:50 (José de Arimatea) donde, si recordamos que el evangelio de Lucas fue escrito para dar fe a los gentiles de la deidad de Jesucristo y su plan de salvación también para con ellos, observamos que en Jesús se cumple lo que ya fue predicho de antemano.

  • “Basileia” se refiere al reinado exclusivo de Dios y de nadie más. Cuando leemos en otros fragmentos de la Biblia que Dios habla de sí mismo como un Dios “celoso” (Éxodo 20:5) o “fuego consumidor” (Deuteronomio 4:24) no nos está revelando un defecto de carácter en nuestro Creador sino que nos revela el deseo de intimidad exclusiva con nosotros. De esta manera, se nos pide que para tener dicha comunión e intimidad, no debe haber nada ni nadie que ocupe el lugar de reverencia que a Él le corresponde por derecho. Dios ha de ser el centro de nuestra existencia. Es por eso que a lo largo de la historia en las Sagradas Escrituras Dios se revela a la vez como “Rey, Guerrero y Amo”.

Dicho lo anterior, deducimos que si Dios es “Rey”, no tiene sentido que tengamos reyes o personas que nos dirijan, Él basta para que tengamos la correcta dirección y aquí hay que hacer un inciso. Hablar del deseo de Dios respecto a Su reinado exclusivo no nos exime de mostrar obediencia y respeto a las leyes y autoridades actuales. Él es consciente del tiempo en el que vivimos y hay aspectos de Su reinado que no se harán manifiestos hasta la segunda venida de Su Hijo Jesús, por tanto, no se tome este estudio como apología de la rebeldía a las autoridades (Romanos 13:1).

Del mismo modo, reconocemos que si “Dios es Guerrero” no necesitamos de fuerzas y ejércitos que luchen nuestras batallas y nos libren de nuestros enemigos. Dios es el que se levanta a pelear contra nuestros adversarios y nos trae la libertad consecuente de la victoria. Un ejemplo de ello lo vemos a lo largo de la liberación del pueblo israelita de manos de faraón en los tiempos del Antiguo Testamento. Vemos que Dios se manifiesta a Su pueblo esclavizado y que con grandes milagros y juicos trae la liberación del pueblo sin que sea necesario que éste dispare ni una sola flecha.

Finalmente, decir que “Dios es Amo” lleva implícita Su soberanía sobre la tierra y sus gentes, siendo de aplicación en ambas las leyes y decretos que Él ha establecido. Es así que la justicia social, la atención de los necesitados, la igualdad, los valores morales, la aplicación de las normas de bien para con el pueblo son más que evidentes. Hecho que queda confirmado en los libros del Pentateuco en los que se nos habla del perdón de las deudas (Deuteronomio 15), la devolución de las tierras perdidas durante el año del jubileo (Levítico 25) y otras tantas que podemos ver a lo largo de estos cinco libros maravillosos.

  • Hablar de “Basileia” también conlleva conocer que el reinado de Dios es directo para con la humanidad, es decir, sin intermediarios. En las culturas de la antigüedad, podemos distinguir varias figuras que nos ayudan a entender esto que hemos dicho. El panteón celestial estaba repleto de deidades que se servían de “hombres menores” para hacer su voluntad en la tierra. Estos “hombres menores” eran los reyes y gobernantes, a los cuales se les daba potestad y poder para gobernar sobre el pueblo llano. De esta forma el pueblo observaba a sus dirigentes como si de dioses o semidioses se tratase ya que estos eran los intermediarios entre el panteón celestial y el pueblo llano.

Ahora las cosas han cambiado. Dios, el único y verdadero, no desea una relación con la humanidad a través de intermediarios sino que se goza en una relación directa e íntima con cada uno de los que le reciben. Esto queda constatado con la ruptura del velo que se produjo cuando el Señor Jesús entregó Su Espíritu en la crucifixión (Mateo 27:50-51) ya que una vez producido dicha rotura, el hombre de a pie tiene acceso directo a la Santa y Perfecta Presencia de Dios a través de la Sangre de Jesús.

  • También entendemos que “Basileia” hace mención al reinado universal de Dios, o lo que es lo mismo, a la característica inclusiva del mismo ya que Su deseo es reinar sobre todos. Este hecho queda constatado ya desde la liberación de Israel de manos de faraón anteriormente citada en la que vemos que no solo los israelitas son liberados sino que algunas personas de otras nacionalidades también son liberadas del yugo opresor de la tiranía (Éxodo 12:37-38).

Esto tiene una clara connotación de ejemplo para las naciones. La liberación de Egipto manifiesta a Dios como el libertador, aquel que es capaz de todo para la liberación de aquellos a quienes ama, de forma que las naciones circunvecinas puedan ser conscientes de esta realidad (Deuteronomio 4:5-9) y se cumpla entonces el peregrinaje de las naciones al Monte Santo de Dios como habíamos visto con anterioridad (Isaías 2:1-4).

  • Otra de las connotaciones de “Basileia” hace referencia al reinado de gracia. Si hacemos un seguimiento al ministerio de Jesús durante el tiempo que estuvo en la tierra, vemos que el anuncio del Reino de los Cielos no condiciona su entrada a la gente. No es necesaria la observancia de sistema religioso o ritualismo cualquiera para entrar por las puertas que conducen a la salvación sino que es el mero arrepentimiento y la aceptación del hecho de que Dios gobierne en la vida del creyente el único requisito para recibir la promesa de Dios.

Esta gratitud es expansible a las naciones en su totalidad, siendo ejemplificada en la parábola de los jornaleros que reciben su salario (Mateo 20:1-15 a) donde vemos que todos los que han acudido al llamado del Señor del campo reciben el salario convenido, sin que importe la hora de incorporación de cada uno o dicho de otra forma, la salvación está disponible para todos, sin que importe lo más o menos que cada uno haya hecho durante la vida. Dios es generoso para con todos.

  • No menos importante es la connotación que “Basileia” tiene en relación al reinado de paz que Dios quiere establecer en nosotros. Su forma de darnos a entender esto sugiere un planteamiento totalmente radical conforme a la forma actual de comprender el mundo.

Jesús nos enseñó que hay que amar al prójimo como a uno mismo, orando por los que nos persiguen, perdonando a los que nos hieren, dando incluso el doble de lo que se nos pide o buscando la forma de bendecir a aquellos que nos maldicen. Esta es una forma totalmente revolucionaria de entender el Reino de Dios, quedando persuadidos de que entre los hombres no cabe lugar a la venganza, el rencor, el odio o la injusticia sino que el servicio de los unos a los otros pasa a ser la herramienta que sirve para hacernos a todos iguales. Un Dios, un pueblo, todos unidos en amor y paz.

  • Finalmente, decimos que “Basileia” guarda una estrecha relación con el carácter interno-externo del reinado de Dios. Hablamos de “interno” cuando nos referimos al hecho de que Dios reine en el corazón de cada creyente y de “externo” cuando lo hace en el cuerpo de creyentes que es la iglesia. De esta manera, mientras que Dios gobierna en nosotros de las dos formas que acabamos de ver, el proceso progresivo de “santificación” nos va moldeando conforme al carácter de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Por otro lado, y vistas ya las connotaciones que el término “Basileia” implica en lo referente al “Reino de Dios” y al hecho de que sea Él quien reine, pasaremos a echar un vistazo al significado de cuál es la “Voluntad” de Dios para que mediante las connotaciones podamos aportar un poco más de luz al respecto.

Podemos entender la palabra “Voluntad” cuando buscamos en los originales hebreo y griego. De esta manera encontramos a “Ratson” y “Thelema” respectivamente.

“Ratson” se refiere al agrado, deleite, placer o gozo que Dios experimenta cuando expande y reparte Su bondad sobre la tierra y sus habitantes de la forma en la que Él considera oportuno (Deuteronomio 33:13-16). Por su parte “Thelema” se refiere al deseo interno del corazón del hombre para inclinarse hacia las buenas o malas acciones.

Conociendo el carácter bondadoso de Dios, tal y como vemos implícito en el término “Ratson”, podemos concluir que Dios recibe placer y gozo al ver que también el hombre se deleita en hacer las cosas bien, es decir, observamos que a Dios le gusta que Sus hijos anden en rectitud, desechando la maldad.

Ahora que conocemos a qué se refiere la “Voluntad de Dios”, y al igual que hicimos en el apartado anterior respecto al “Reino de Dios”, vamos a ver las connotaciones que tiene Su voluntad y la aplicación que tiene para nuestras vidas.

  1. Dios desea la salvación del mundo: Basta leer Juan 3:16 para percatarnos precisamente de esto. Que el hombre se pierda en condenación no es algo que agrade al Señor, de ahí derivan Sus múltiples y atemporales esfuerzos para atraer al hombre de vuelta a la comunión perdida en Génesis 3:6.
  • Que el evangelio sea predicado en todo el mundo: Como hemos podido leer en el párrafo anterior, la salvación del mundo es algo esencial para Dios. Es por esto que se hace necesario que haya predicadores que lleven las buenas nuevas de que el Reino de Dios está accesible para todos y que con Dios reinando en nuestros corazones tenemos vida eterna garantizada mediante el perdón de los pecados por la sangre del Cordero de Dios.

Durante el ministerio de Jesús, vemos que no desechó a nadie, incluso a la hora de predicarles. Él hablaba de las buenas cosas que Dios tenía reservadas para aquellos que le amaban, tanto si estaban interesados en escuchar como si no lo estaban, es decir, Jesús anunció las buenas nuevas a todo el mundo (Hechos 1:8) y fue el mundo el que tomó la decisión de seguirle o no. Esto sucede también hoy día.

  • La construcción y santificación de Su iglesia: Como una forma de influir al mundo que está a nuestro alrededor. Es así que mediante la santificación y gracias al Espíritu Santo en cada creyente, la iglesia en su conjunto y el creyente como individuo pueden ser faros que atraigan a las personas que caminan en tinieblas, sumidas en el error de pensar que la vida es temporal y que el gozo de la existencia debe ponerse en los deleites del ahora que no conducen sino a condenación y desesperanza.

Esto es aplicable a todas las esferas del creyente y la iglesia, promoviendo la justicia social, orden, amor, respeto y otras tantas cosas más entre los hermanos de manera que sus vidas sean construidas con la intención de alcanzar a aquellos que andan perdidos.

Oración de Confesión  

Tal y como podemos leer en el texto bíblico al que nos referimos (Mateo 6:12), la oración de confesión se relaciona directamente con el perdón, de manera que nos vamos a centrar en el estudio del término para adquirir una mayor comprensión de la naturaleza en sí misma de algo tan grande e importante como es el hecho de perdonar y ser perdonado.

“Perdón” es la renuncia voluntaria que ejercemos sobre nuestra capacidad de devolverle el mal o el daño que hemos recibido de otras personas. Perdonar no es lo mismo que olvidar y he aquí una cuestión que merece la pena ser aclarado.

Ciertamente, muchos de los acontecimientos que nos han marcado en nuestra existencia tienen un valor afectivo de tono negativo. Seguro que no nos hace falta invertir grandes recursos cognitivos para recordar un suceso que resultó ser doloroso en nuestro pasado. Esto sucede porque Dios nos ha dotado de una memoria en la cual se almacenan muchos de los sucesos y eventos que experimentamos a lo largo de nuestra vida. En dicha memoria se almacena todo tipo de recuerdos e información, muchas veces de forma voluntaria pero también de forma involuntaria. Es por esto que no podemos controlar totalmente ni lo que “guardamos” en la memoria ni lo que “borramos”.

Dicho esto, y habiendo aclarado el hecho de que no nos es posible resetear nuestra memoria a nuestro antojo, es el momento de hacer hincapié en la definición con la que abríamos este apartado y es que siendo el perdón la renuncia a devolver el daño que nos han infringido, dicha renuncia debe ser permanente en el tiempo, incluso si el evento que ocasionó el daño en cuestión aún sigue en nuestra memoria como un recuerdo más.

El perdón tiene dos aplicaciones que subyacen al propio texto bíblico. La primera de ellas tiene carácter vertical, es decir, el perdón que viene de Dios. Dicho perdón es el que restaura nuestra comunión con Él y solo es posible cuando con un corazón compungido somos capaces de reconocer nuestro estado pecaminoso y venir en actitud de humildad delante de nuestro Dios y Padre. Es así que Él nos recibe, como ese padre amoroso que recibe con los brazos abiertos en amor a su hijo extraviado. Un ejemplo de esto lo podemos ver en la famosa parábola del “Hijo pródigo” (Lucas 15:11-32).

Siendo conocedores del perdón que hemos recibido de parte de Dios, hemos de ver que en nuestra relación de comunión con Él así como con el resto de creyentes, es necesario cumplir la condición de perdonar a los demás y es aquí donde entra la segunda aplicación del perdón y es su carácter horizontal, es decir, entre los hermanos (Mateo 6:14-15).

Como hemos visto con anterioridad, el Reino de Dios es un reino de paz y no hay paz si no hay perdón, pero, ¿Qué sucede en aquellos casos en los que alguien no nos quiere perdonar o busca afrentarse con nosotros constantemente? Romanos 12:18 nos da una solución infalible al respecto y es procurar estar en paz con todas las personas, al menos, en lo que dependa de nosotros, es decir, sumado a nuestra necesidad y obligación de perdonar a los demás, debemos actuar con sabiduría y prudencia a la hora de enfrentar conflictos interpersonales y ser personas que promuevan la concordia y no las disensiones.

Al margen de todo esto que acabamos de ver, y para adquirir una visión global del término “Perdón”, debemos considerar las siguientes características propias de la acción de perdonar:

  1. El perdón ha de ser rápido: Efesios 4:26-27 nos anima a perdonar al prójimo tan pronto como sea posible diciéndonos que “no se ponga el sol sobre nuestro enojo”. Esto tiene su origen en lo que psicológicamente se conocen como “rumiaciones”, que es un estado constante en el que la persona ofendida no cesa de dar vueltas y rememorar el acontecimiento sucedido. Esto retroalimenta a la persona de pensamientos o sentimientos negativos que dificultan el perdón futuro y estropean las relaciones personales ya que fomentan el crecimiento de “las raíces de amargura” dentro de nosotros tal y como se recoge en los textos bíblicos.
  • El perdón ha de ser sincero: Ciertamente, esta es una cualidad importante del carácter del perdón y de la persona que lo practica. Conociendo que Dios conoce y pesa así los corazones como la mente (Jeremías 17:10) y que no puede ser burlado (Gálatas 6:7) es total y absolutamente absurdo perdonar al prójimo si en nuestro corazón no lo hemos hecho y si de una forma u otra, esa renuncia a tomarnos la revancha no ha tenido lugar de forma genuina.
  • El perdón ha de ser incondicional: Como todo creyente sabe, nuestro Dios es el Creador del universo y el único Juez sobre el mismo. Es por esto que le reconocemos como la única autoridad competente en el acto de juzgar a las personas. Cuando reconocemos nuestro estado caído en desgracia vemos que sólo en Dios hay perdón o juicio, por eso, cuando decidimos no perdonar a las personas estamos ocupando el lugar que le corresponde a Él como Juez sobre nosotros y por ende estamos cometiendo el tremendo error de intentar suplantar Su autoridad.

Si nos fijamos en la parábola del “Siervo Injusto” (Mateo 18:21:35) vemos la invitación permanente y constante al perdón por parte de  Jesús que nos anima a perdonar a todos así como Él nos ha perdonado a nosotros con la consiguiente advertencia de las consecuencias de no hacerlo.

  • El perdón ha de ser exhaustivo vs global: ¿Cuántas veces nos hemos sorprendido a nosotros mismos orando a Dios en una confesión por “todos nuestros pecados”? A veces actuamos así por falta de tiempo, por nuestros afanes cotidianos o simplemente por falta de interés en una confesión real. Si recordamos el apartado en el que dijimos que Dios pesa nuestros corazones y nuestra mente, podemos observar que Dios ve las intenciones con las que nos acercamos a Él. De esta manera, no podemos dirigirnos a Dios aglutinando todas nuestras confesiones en una sola oración de “Perdónanos todos nuestros pecados” como tampoco podemos hacerlo por nuestras necesidades, agradecimientos y otras tantas cosas.

Una de las características de la relación que Dios quiere con nosotros es la sinceridad, cualidad que requiere el empleo de tiempo en la confesión honesta de cada uno de nuestros pecados. Esto demandará largos tiempos de meditación y oración en los que el Espíritu Santo nos pueda ayudar a llegar a aquellos rincones recónditos de nuestro ser en los que nuestros pecados más escondidos se mantienen en lo oculto. El salmo 139:23-24 nos enseñaba precisamente a hacer esto, pidiéndole a Dios que escudriñe nuestro interior en busca de aquellas cosas que no deben estar ahí a fin de que la relación se restaure como consecuencia del perdón recibido.

  • El perdón ha de ser sin límites: Así como Jesús dijo en Mateo 18:22, debemos perdonar a aquellos que nos hieren tantas veces éstos nos hieran. Claro está que Dios también nos aconseja a “huir” de las malas compañías, de los lugares inadecuados o de las conductas perniciosas, de hecho el libro de Proverbios así como casi toda la literatura sapiencial de las Sagradas Escrituras nos instruyen en cuáles son las actitudes correctas que hemos de tomar con respecto a las personas que persisten continuamente en hacer el mal.

Lo que se nos quiere decir es que debemos perdonar tantas veces se nos hiera, pero tampoco es sabio frecuentar un lugar donde sabemos que alguien nos va a herir si al final no vamos a conseguir dar frutos para el Reino, o frecuentar la compañía de alguien que constantemente nos está hiriendo y que, a pesar de ser misericordiosos y compasivos con él, persiste en herirnos.

  • El perdón ha de ser centrado en el amor que recibimos de Dios: Para llevar a cabo este punto, solo es necesario que nos paremos un momento a escudriñar nuestro corazón y rememorar cosas del pasado. ¿Qué es lo que podemos ver? ¿No es acaso la vida del hombre un lienzo cuya catástrofe ha sido pintada con la hermosura de la sangre de Cristo?

No hay pecado grande ni pequeño, todos son sucios y en sobremanera pecaminosos delante de nuestro Dios Santo por tres veces, pero todos ellos han sido perdonados por el sacrificio vicario de Jesús. De esta manera, si Dios nos ha perdonado todo en una muestra de amor incondicional para con nosotros, nosotros hemos de comportarnos igual y una vez recibido ese amor tan grande ser capaces de compartir algo de él con el resto de la humanidad.

Oración de Guerra Espiritual  

                Como culminación del estudio, llegamos al punto en el que nos es necesario hablar del versículo 13 en el que Jesús relaciona la guerra espiritual con la tentación.

                Podríamos definir la “Tentación” como ese deseo interno de realizar una acción que inmediatamente pudiera ser agradable pero que a la postre terminará teniendo consecuencias negativas, bien sea para nosotros mismos o para aquellos que nos rodean.

                La tentación se relaciona siempre con el pecado o las acciones pecaminosas. Por poner un ejemplo que sirva para aclarar esto, podríamos imaginarnos en una cena de trabajo en el que una camarera nos trae una bandeja repleta de canapés de diferentes sabores. Bien, si miramos la bandeja y deseamos en nuestro interior coger un canapé en especial porque es nuestro favorito o el que mejor aspecto tiene, no pasa nada, estamos deseando comer algo que es lícito. Sin embargo, si el lugar en el que se posan nuestros ojos no es la bandeja de canapés y sí es la camarera que los trae y en nuestro corazón deseamos tener algún tipo de contacto íntimo con ella de alguna forma no aprobado por Dios, entonces esa camarera sería el objeto de tentación para nosotros y el deseo que se produce en nuestro interior ya sería pecado según lo que Jesús nos enseñó en Mateo 5:28.

                Es pues la tentación una fuente de atracción que nos empuja a pecar de una u otra forma y que origina una lucha dentro de la persona, la cual debe combatir consigo mismo sobre si ceder y pecar o luchar y resistir.

                Las consecuencias de resistir son la liberación de la opresión (Santiago 4:7) mientras que las múltiples consecuencias de ceder pudieran ser, por poner algunos ejemplos, la destrucción del hogar, la pérdida de lealtad de las amistades, el despido laboral, la intoxicación del ambiente, el empeoro de la imagen personal, la pérdida de comunión con Dios o los hermanos, y un largo etcétera como consecuencia de las mentiras, los malos deseos, los hurtos, las deslealtades y otras tantas cosas.

                En el ámbito espiritual podemos encontrar diferentes formas de tentación que hemos de analizar cuidadosamente para no inducir error al lector. Éstas son las siguientes:

  1. Satanás y sus demonios: Como consecuencia de la guerra espiritual en la que nos vemos inmersos, somos conscientes de que en el plano invisible de las cosas hay dos bandos que luchan entre sí. El bando de los leales a Dios que luchan en pos de aquellos que anhelan el bien y el bando de los rebeldes a Dios que luchan con la intención vana de tratar de derrocarlo.

Claro está que, tal y como nos enseñan las Sagradas Escrituras, las fuerzas del enemigo ya están derrotadas por la eternidad pero hasta que no llegue el tiempo del cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo en el Día del Señor el enemigo de las almas y sus huestes seguirán teniendo influencia en esta tierra y por ende en nuestras vidas.

Es por tanto que allá donde vayamos, de una forma u otra, el enemigo siempre estará tratando de poner trabas (Efesios 6:11) a nuestro caminar cotidiano y a nuestros esfuerzos por vivir en santidad. Dichas trabas, maquinaciones o asechanzas obedecen al deseo de satanás de vernos caer en la desgracia de creer que las cosas que él nos ofrece para disfrutar la vida son mejores que las que Dios nos enseña. Así, de esta manera, mientras que Dios quiere que disfrutemos de una vida plena, con sentido y propósito, llenos de gozo al compartir la existencia con el resto de la creación, satanás quiere que llenemos nuestra mente de pensamientos, deseos y emociones que no dejan sino un profundo negror de amargura del que nadie sino Dios nos puede sacar.

  • Nuestras concupiscencias: A menudo solemos culpar a satanás o sus demonios de cosas que nos suceden y nos llevan a pecar y empleamos frases como “satanás me tentó poniendo ese dinero sobre mi mesa y me dejé sobornar, yo no pude hacer nada para evitarlo” pero qué lejos estamos de la realidad cuando siempre estamos culpando a otros de los errores que nosotros mismos cometemos. En el caso anterior, cuán fácil hubiera sido no ceder a la tentación si en el mismo momento en el que se presenta el soborno lo rechazamos con autoridad. Ahora, claro está, si en nuestro interior existe el deseo de poseer el dinero que nos ofrecen lógicamente terminaremos cediendo, y encima justificaremos nuestra conducta echándole la culpa a otro.

Esta conducta debe ser impropia en los hijos de Dios a la vez que es inmadura. Reconocer que una posible fuente de tentación somos nosotros mismos es un primer paso hacia la construcción del carácter de Cristo en nosotros que a la postre es el deseo profundo del Padre. De hecho, si leemos pasajes como Juan 2:16 o analizamos de forma pormenorizada la tentación que sufrió Jesús cuando fue llevado al desierto (Mateo 4:1-11) vemos que en ambos casos, tanto si somos tentados por el enemigo como si lo somos por nuestras concupiscencias vemos que hay tres aspectos que se repiten. Estos son:

  1. Los deseos de la carne; que buscan satisfacer nuestras necesidades físicas de una forma inadecuada o fuera del orden o prioridad establecidos por Dios.
    1. Los deseos de los ojos; que tratan de alcanzar la posesión material de las cosas, muchas de ellas sin que realmente las necesitemos.
    1. La vanagloria de la vida; cuya satisfacción nos lleva a querer ser más de lo que realmente somos, llevándonos a la soberbia, al orgullo y al querer vivir apartados de Dios al considerarle como innecesario en nuestras vidas.

Visto las diferentes formas de tentación que nos podemos encontrar, hemos de añadir algo más que puede sernos elementos de prueba pero que no se asocian a la tentación y es el hecho de que también Dios te puede probar. Este aspecto debe quedar claramente diferenciado de la tentación ya que los aspectos anteriormente mencionados hacen referencia al deseo interno del hombre por desviarse de la voluntad de Dios mediante la satisfacción de deseos inadecuados mientras que la prueba que viene de Dios tiene que ver con la fe.

Es de esta manera que Dios nos puede probar (Deuteronomio 8:2) pero no te puede tentar (Santiago13). Así pues, la prueba de Dios sirve para que veamos lo que hay en nuestro corazón con respecto a nuestra fe, obediencia, carácter y otros componentes de nuestro yo interno para que así sepamos qué hemos de cambiar o cómo podemos mejorar. Al final, podríamos comparar la prueba de Dios como un método de aprendizaje ya que las mismas hacen de nosotros mejores hijos siempre y cuando estemos dispuestos a aprender aquello para lo que se nos prueba.

Como culminación de este estudio, y viendo la seriedad de la tentación así como las posibles implicaciones que resultan de ceder a ella, nos es de utilidad hablar de algunos consejos para vencer la tentación cuando esta se presenta en nuestras vidas.

  1. Nada mejor para vencer la tentación que llevar una vida de comunión e intimidad con el Señor. Pasar tiempo a solas con Él, nutriendo nuestro ser interno con Su Palabra (El libro de Proverbios contiene mucha sabiduría a este respecto), orando o meditando en Su presencia son formas excepcionales de fortalecernos. Si somos capaces de imaginar un muro espiritual entre nosotros y las huestes demoníacas que tratan de atacarnos, el simple hecho de invertir tiempo en una relación diaria con nuestro Creador hará que nos sea más fácil vivir en santidad y por ende nuestro muro será más sólido y difícilmente franqueable para el enemigo. En cambio, si revertimos esta situación y damos prioridad a otras cosas en la vida, nuestro muro espiritual será endeble y lleno de oquedades por las que seguro el enemigo tendrá acceso a nosotros.
  • La forma de ver la vida también influye en lo mucho o poco que nos sentimos tentados por ciertas cosas. Una forma positiva, agradable y bondadosa de ver la vida, tanto en nosotros mismos como en relación con los demás, evitará que se generen en nosotros las anteriormente citadas “rumiaciones” así como las “raíces de amargura”. Es por esto que la Palabra nos aconseja a fijarnos en las cosas buenas y quedarnos con ellas (Filipenses 4:8)
  • También es bueno reflexionar sobre las consecuencias que tiene el hecho de ceder a la tentación (Deuteronomio 32:29) y es que a estas alturas nos debe quedar cristalino el hecho de saber que cualquier forma de desobediencia a Dios y a Sus principios de bien no pueden tener consecuencia positiva para nosotros ni a corto, medio o largo plazo.
  • Finalmente, decir que la mejor forma de cortar cualquier fuente de tentación es rechazándola desde que aparece en nuestra vida. El apóstol Santiago nos lo ilustra muy bien en su libro en 1:12-15 al hacer una analogía entre el embarazo de una mujer y las consecuencias fatales de ceder al pecado. Así de esta manera, así como la mujer concibe al niño cuando ésta acepta el contacto íntimo con el varón, nosotros concebimos al pecado cuando aceptamos la unión íntima con la tentación, concluyendo que si no cedemos a la tentación en su origen, tampoco daremos lugar al pecado en su consecuencia.

Para concluir con este estudio, agradecer al Señor por esta oportunidad y a Su Espíritu Santo por la dirección. A Dios nuestro Padre sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor le bendiga.

Sergio Belmonte

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